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Puerto Iguazú, para maravillarse una y otra vez

El hogar de las cataratas, uno de los destinos más visitados del país, suma vuelos y atractivos naturales, culturales y gastronómicos para volver.

El monito capuchino que se descolgó de los árboles a mitad del sendero y su ruidosa familia, con evidentes problemas de convivencia, alborotaron a los visitantes, transformándose momentáneamente en el centro de atención con sus corridas y chillidos. La prohibición de alimentarlos y de interactuar con ellos se refleja en la cartelería y se refuerza con la acción del personal del parque.

En Puerto Iguazú (Misiones), iniciamos el recorrido del Circuito Superior a través de las pasarelas; penetramos la selva y, literalmente, caminamos sobre el ancho y tranquilo Iguazú. Karla, nuestra guía, con su paraguas/parasol nos invita a acelerar el paso mientras observamos la transformación del calmo río en un torrente imparable que cae al vacío prácticamente a nuestros pies.

Los saltos Dos Hermanas, Bossetti, Bernabé Méndez y Mbiguá forman parte del circuito, que culmina en el San Martín. Enmarcado por la vegetación, este salto conforma la típica postal de las cataratas que no deja de impresionar. Abajo, las lanchas van y vienen alrededor de la isla homónima.

DATOS ÚTILES. Información útil para enamorarse de Puerto Iguazú.

Grandes aventureros

En vehículos sin techo iniciamos la denominada Gran Aventura: recorremos cinco kilómetros por estrechos senderos en la selva hasta el puerto Macuco. Durante el camino, un guía comenta las particularidades del lugar, responde las inquietudes de los viajeros y advierte: “Una vez que llegan al área de las cataratas, van a tener tiempo de hacer fotos y videos. Luego, les van a informar que tienen que guardar sus cosas. No hay opción: guardenlas, porque van a la ducha”.

Con la bolsa de lona impermeable en mano y el chaleco salvavidas puesto nos ubicamos en la lancha y partimos a ver las cataratas, ahora desde abajo. La embarcación se detiene cerca del salto Los tres Mosqueteros y, con el permiso de movernos, comienza la fiebre del selfie y el caos para lograr la mejor foto. Después, a guardar todo lo que queremos mantener seco porque nos acercamos lo suficiente a los saltos como para recibir el primer chaparrón, que se transforma en diluvio cuando la lancha se dirige a la base del General San Martín –el segundo en importancia después de la Garganta del Diablo– y nos empapamos por completo.

Plato fuerte o postre

Luego del almuerzo, tomamos el Tren de la Selva hasta la última estación del parque. Después, una caminata de dos kilómetros a través de pasarelas nos lleva hasta la concurrida Garganta del Diablo. Desde tres balcones podemos observar este salto con forma de herradura y que en su caída de 80 metros genera una espesa nube que por momentos lo envuelve todo. Bruma, estruendo, arcoíris y la enorme masa de agua cayendo generan incredulidad y fascinación.

Los vencejos –símbolos del Parque Nacional Iguazú– ofrecen un espectáculo alternativo. Se puede ver gran cantidad de estos pequeños pájaros atravesar las potentes cortinas de agua para estar a salvo de los depredadores y anidar en las rocas debajo de las cascadas.

Tradición guaraní

Yasy Porá es una de las cuatro comunidades guaraníes que habitan la selva Iryapú –ruido de agua–. Ocupa un área de 65 hectáreas y allí trabajan con el turismo. Las artesanías, como cestos y objetos tallados en madera con imágenes de animales de la zona, representan la principal fuente de ingreso, según nos comenta Santiago Martínez, miembro de la comunidad.

En el lugar, además de hacer un paseo por el monte para descubrir animales y plantas típicos, se puede conocer la forma de vida y la visión del futuro de los guaraníes. “El tiempo llegó para nosotros”, sentencia Santiago al respecto. Y cierra: “Tenemos que estar preparados con más capacitación para poder explicar cómo queremos vivir y trabajar para recobrar nuestras tradiciones y proteger nuestra identidad e idioma”.