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Pueblos de gesto antiguo

Rústicos paisajes revelan los secretos del monte espinoso que caracteriza el interior de la provincia santiagueña. Allí viven artesanos que mantienen vivo el oficio de sus mayores.
Rústicos paisajes revelan los secretos del monte espinoso que caracteriza el interior de la provincia santiagueña. Allí viven artesanos que mantienen vivo el oficio de sus mayores.

Una vuelta en bicicleta por los departamentos santiagueños de Loreto, San Martín y Atamisqui. Agrupados bajo el denominador común de numerosas teleras, quienes mantienen vivo el oficio en ambientes impregnados de tradiciones y con resabios de culturas aborígenes.

En el interior provincial de Santiago del Estero, los departamentos Loreto, San Martín y Atamisqui concentran gran parte de la actividad de las teleras (tejedoras de telar), en pequeños y dispersos pueblos llenos de tradiciones y expresiones de las culturas originarias.

En esos lugares la amabilidad de los habitantes es un bien intangible.

En esas coordenadas se hizo una recorrida cicloturística que abarcó 150 kilómetros por las tierras áridas de las localidades de Loreto, Brea Pozo, Villa Atamisqui y Estación Atamisqui, entre otras, que por tramos acompaña el curso del río Dulce.

A la región, ubicada a 400 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba, se accede por ruta 9, hasta la localidad de Loreto, cabecera departamental.

Viajar por esas tierras de rústicos paisajes exige un cambio en la mirada, porque no hay paisajes deslumbrantes, allí domina el monte espinoso (bosque chaqueño seco) con enormes quebrachos, itínes, tunales, cactus y en los lugares más salitrosos, el vinal. En ese perímetro natural surgen manifestaciones culturales que rescatan el espíritu de las culturas quechua y tonicote.

Loreto. Por una recomendación llegamos a la casa de Marito Coria, quien nos recibió como si nos conociera de siempre y nos presentó a toda la familia. Marito, tal como lo llaman, es músico y sobre la mesa tiene siempre listo el acordeón a piano. Bastaron unos mates para que la música comenzaran a sonar unos chamamés que le pusieron ritmo a la charla. Luego de las recomendaciones brindadas para el derrotero, para la despedida, saludó con acordes de Piazzolla.

Comenzamos a circular por ruta provincial 6 hacia el este, por un vasto bosque chaqueño seco, con grandes quebrachos, plantas xerófilas e itín, árbol de la familia del algarrobo, que brinda una sombra fantástica.

A lo largo de la ruta se observan los claros que abrieron en el monte las familias campesinas que viven en ranchos con horcones, enramadas y barro.

Como el agua potable es un bien escaso, los tachos de 200 litros tapados con nylon están instalados en todos los patios.

En los caminos una postal común la pintan mujeres cargadas con tachos de 20 litros que avanzan por las banquinas.

Otro ingrediente del paisaje son las majadas de cabras que cruzan la ruta, indiferentes al tránsito.

Después de más de 20 kilómetros apareció el río Dulce en su marcha hacia la laguna de Mar Chiquita. Las costas del curso de agua muestran barrancas, arenales y pescadores que como pequeños puntos de colores dispersos, procuran el pique de dorados.

Un puente ferroviario de 1929, en desuso, cruza el río y muestra el alarde de tecnología en hierro: consta de cinco cuerpos de 100 metros cada uno y se mantiene en perfectas condiciones.

La ruta asfaltada tiene poco tráfico, circunstancia que permite disfrutar del viaje. Tras 12 kilómetros se arriba a Brea Pozo “Tierra de amistad”, es su lema. Conserva la amplia estación del Ferrocarril Central Norte, del cual quedan hermosos edificios en buen estado y que ofician de separador del casco urbano.

El guía para una recorrida de artesanos locales fue Pipi quien nos presentó a Celestina Ponce, famosa telera que representa a Santiago del Estero en distintas ferias de artesanías.

El pequeño comedor de la casa no tardó en llenarse de mantas, coloridos ovillos y los premios recibidos. Para que el oficio no se pierda Celestina enseña a tejer a jóvenes en una escuela.

Ya estaba oscuro cuando llegamos a la casa del alfarero Pachi Villarreal, quien mostró su producción de ánforas, cacharros, ollas y tabas, en los que rescata motivos y métodos de las comunidades aborígenes Sunchi Tuyo, Averías y Mercedes, génesis de la cultura tonocotés. Después de escuchar a Pachi con la humildad y simpleza con que cuenta su arte ancestral partimos con el alma llena hacia la casa de Ebe “Puca” Leguizamón, artesano en madera.

Casi medianoche cuando emprendimos el regreso junto a Pipi quien contó la leyenda del “espanto o alma mula”, ser de ojos rojos que a veces se transforma en un gran perro negro que ataca a las mujeres y que suele aparecer en la zona. Escuchamos en silencio y respeto las creencias de cada lugar.

Por la mañana después de unos mates retomamos la travesía hacia Villa Atamisqui. Desandamos el tramo hasta el río Dulce en búsqueda del camino vecinal 107.