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Por la senda del Tafí

Cabalgatas por los cerros, artesanos que utilizan técnicas milenarias y queso manchego en Tafí del Valle, una villa de montaña entre la selva de altura tucumana y los valles calchaquíes.

El Alpapuyo es una neblina espesa, una nube misteriosa, una parte indivisible del paisaje de Tafí del Valle, en Tucumán. Es una tarde soleada y el Alpapuyo, como todos los días, ya se posó sobre los cerros. Allí se quedará flotando, como todos los días, por un buen rato, hasta que imperceptiblemente se vaya diluyendo. Debajo de ese manto de niebla, al pie de las montañas, se ve el dique Angostura. Hasta allí llegan los fanáticos de la pesca deportiva en busca del pique de los pejerreyes, y los adeptos al yatching y el kitesurf que se nutren del viento de altura.

DATOS. Por la senda de Tafí.

Para llegar a Tafí del Valle desde San Miguel de Tucumán, la capital provincial, hay que transitar un sinuoso camino de cornisa. El trayecto paga el viaje con creces: se trata de un magnífico tramo asfaltado y renovado de la ruta provincial 307, que trepa entre las yungas o selva de altura. Son unos cien kilómetros de curvas y contracurvas con varios puntos panorámicos y una parada obligada donde está ubicado El Chasqui o Monumento al Indio, un escultura de seis metros con un mirador a su lado desde el que se puede disfrutar de una grandiosa vista de la ruta que discurre entre la selva.

En Tafí, que creció notablemente durante los últimos años favorecido por la renovación del camino, viven permanentemente unos 15 mil habitantes. Durante la temporada de verano, esta apacible villa de montaña colma su capacidad en un número que asciende a 50 mil personas. Sin embargo, a pesar de su crecimiento, mantiene la calidez de un pueblo chico.

La región tiene dos valles: a un lado el de Tafí, y al otro el de Las Carreras. Mientras en Tafí se desarrolló el turismo, en Las Carreras la vida transcurre igual que en los tiempos de los jesuitas, que llegaron en 1716. La agricultura es la actividad principal; la papa semilla, el cultivo estrella; y la elaboración de quesos, uno de los puntos fuertes de este valle, donde se celebra el Festival Nacional del Queso desde hace más de 45 años, en febrero.

Uno de los productores más importantes es la tradicional Estancia Las Carreras, que, además de elaborar un queso manchego de calidad premium, es un emprendimiento de turismo rural de alta categoría. Las estancias marcaron el inicio de este lugar, donde los terratenientes venían a pasar el verano: llegaban a caballo, en viajes que demoraban dos días, pernoctando entre las montañas. De las cuatro estancias fundacionales de Tafí del Valle, Las Carreras es la única que sigue operativa.

Cabalgar es tan preciso

Jerónimo Critto solía venir de vacaciones con sus padres cuando era chico, y vivió en Tafí hasta hace poco tiempo. A pesar de que se mudó a la ciudad, no deja de acercarse ni un fin de semana. El hombre es un avezado jinete, ya que en su infancia salía con sus amigos a deambular a caballo, y hace unos años transformó esa pasión en un emprendimiento turístico: El Puesto Cabalgatas. Así, Critto organiza travesías por los alrededores de Tafí y más allá: “Nuestra intención es integrar a la comunidad en los lugares donde existe la posibilidad de un buen servicio. Hay puestos en el cerro donde nos esperan con un corderito al horno, atendidos con la sencillez del tucumano, que se brinda por entero. Es en los lugares donde la gente te da lo mejor que tiene”.

En El Puesto espera Omar Rasgido, el peón, quien ensilla los caballos presto a salir hacia la Cuesta del Frutillar, un sendero que asciende unos 400 metros hasta un sitio conocido como la Mesada, donde Jerónimo promete una vista que no defrauda a los jinetes.

La cabalgata dura unas dos horas y es sencilla, aunque no apta para niños, ya que hay un par de tramos que bordean cornisas empinadas. Y tiene, claro, panorámicas preciosas de las sendas del Tafí.