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Por caminos riojanos

La capital de la provincia ofrece itinerarios culturales y de entretenimiento familiar. A poco de andar, el Corredor de la Costa impacta con pueblitos pintorescos al pie de la montaña, entre viñedos y sabores regionales.

Hay muchas maneras de empezar un viaje. Una de las más recomendables es llegar al lugar elegido, cerrar los ojos y dejarse invadir por su espíritu, aromas y expectativas. Si ese lugar es La Rioja, la “invasión” está garantizada.

Convertida en anfitriona, esta ciudad –fundada en 1591 por Juan Ramírez de Velasco– recibe a los visitantes con rasgos de historia y modernidad en torno a la plaza 25 de Mayo. La imponente Catedral, el paseo cultural Castro Barros (una muestra interesante de la reconversión de la antigua escuela de formación docente en un edificio multifacético), el circuito religioso en el casco histórico, el Paseo de los Artesanos, el casino y las galerías comerciales son el centro de convocatoria más agitado. En las afueras, el parque de la Ciudad reúne a las familias y los deportistas en espacios verdes de usos múltiples.

El viaje sigue hacia las ruinas y el convento Las Pardecitas, antiguo dominio territorial diaguita y sitio histórico cultural donde Francisco Solano –con su breviario y violín– logró detener el alzamiento aborigen contra los conquistadores españoles al mando de Juan de Velasco. El monumento al Tinkunaco, erigido al frente, es el testimonio pétreo de esta revuelta y el punto de partida de la concurrida celebración que tiene lugar cada 31 de diciembre. Estos espacios pueden visitarse a diario; allí espera Miguel Santos Varas, un riojano de 83 años que cuida la iglesia y relata con orgullo y memoria prodigiosa cada detalle de su historia.

DATOS. Información útil para una escapada a La Rioja.

Ruta de sabores

El Corredor de la Costa es uno de los recorridos más pintorescos de la provincia y está integrado por pequeños pueblos al pie de la montaña que mantienen su arquitectura antigua, tradiciones y sabores regionales.

En el camino hacia Sanagasta por la ruta 75, se recorre el dique de los Sauces, lugar tradicional para practicar deportes náuticos y pescar. Unos kilómetros más y se llega hasta esa villa, dueña de un microclima especial que invita a quedarse y recorrer sus callecitas bordadas de higueras, nogales, frutas y paisajes “pintados por Dios”, como dice un grafiti estampado en la pared de una casona. No es un milagro la paz que se respira en este lugar; es una realidad a pocos minutos de la capital riojana.

Los pueblos se suceden a ambas márgenes de la ruta, desde donde se puede acceder a bodegas artesanales cuyos productores elaboran vinos caseros (varietales malbec, torrontés y vinos dulces).

Ya en el valle de Arauco, en la ciudad de Aimogasta, las aceitunas “son las mejores del mundo” y se reconocen por su gran tamaño y sabor; se las cosecha verdes o maduras (negras) para consumirlas en la mesa o transformarlas en conserva, pasas, salmuera o aceite de oliva.

Chañarmuyo es otro oasis en la Sierra del Paimán. Este valle, situado a 1.720 msnm, en el noroeste, vale una estadía prolongada. Los viñedos se multiplican en surcos prolijos y a escasos metros de un importante hotel de vino, donde pernoctar y amanecer es una experiencia que merece ser vivida.

Y si de vinos vive el espíritu del hombre, en el valle de la Puerta en Vichigasta (en las afueras de Chilecito) el clima y el terreno son óptimos para el cultivo de la vid transformada en vinos jóvenes y de alta gama. Una moderna bodega de la zona cuenta, en la actualidad, con una producción anual de tres millones de litros que exporta a los cinco continentes.

Este corredor turístico lo tiene todo: paisajes, vinos, aceitunas, cocina regional y un cielo profundo plagado de estrellas que merece conocerse.