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Peces de ciudad

La Sede Viamonte de la Asociación Argentina de Pesca es lo que queda de una civilización pasada oculto entre Puerto Madero, Dársena Norte y la Reserva Ecológica. Todavía muestra a boqueadas y coletazos que alguna vez el mundo creyó en la unión por placer.

El muelle de la Asociación Argentina de Pesca está señalado en la cartografía de la literatura rioplatense como el lugar donde Rayuela comenzó a escribirse. Cortázar lo ignoraba cuando situó allí el desenlace de El examen, primer tiro de piedra camino al cielo. Publicada recién dos años después de su muerte, guarda el germen del Julio más jazzero. En El perseguidor escribió sobre jazz y El examen está escrito en tiempo de jazz. Intentó que el olvido tragara ese libro terminado en 1950, trece años antes de su hit, pero en una entrevista de los setenta reconoce que allí comenzó a experimentar con alteraciones rítmicas sobre frases simples. Advertencia: parece una nota de suplemento literario pero es turística.

La Sede Viamonte de la Asociación Argentina de Pesca es un yacimiento arqueológico. Un resto de una civilización pasada oculto entre Puerto Madero, Dársena Norte y la Reserva Ecológica. Ya lo era para Cortázar porque hace decir a uno de sus personajes sobre el espigón que “la vida es un club de segunda división”. Creada en 1936, la AAP todavía muestra a boqueadas y coletazos que alguna vez el mundo creyó en la unión por placer. En mitad de la Década Infame este país todavía tenía reservas de optimismo suficientes como para permitirse movimientos sociales hacia la inclusión más allá de las asociaciones de socorros mutuos, las ententes gremiales, la política de masas y los negocios.

A metros de la patria multinacional de Catalinas, esa que saca a pasear billetes por paraísos caribeños, y vecino a la carcasa decó del Yacht Club Argentino, frente a las grúas de un puerto tan contrabandista como antes de 1810, el edificio de la Asociación es un barquito peronista. Nota: "peronista" es sólo una referencia arquitectónica. El cilindro de la escalera parece la chimenea de un transatlántico cubierta por ladrillos de vidrio. El pequeño balcón al amarradero se abre como réplica de las cubiertas que trajeron a los que pudieron pagar visas de inmigración con derecho a brisa. Construido en base a tómbolas y quermeses, bailes de carnaval y cenas-show de traiga-vajilla-y-cubiertos. Club social. Identidad. Pertenencia. Carnet más preciado que las libretas de familia, cívicas o de enrolamiento.

El banderín del club lleva sobre celeste una gaviota dibujada por la sobrina de algún tesorero. Nunca vi un ave costera tan gallina y paloma a la vez. El logo es una sigla contenida por un círculo como los históricos de YPF, la CGT o mi Club Atlético Belgrano. El diseño gráfico “peronista” no admitía más semiótica que la integración en redondo y sin aristas. Vacas y elefantes, cuando ponen ancas al temporal o guampas y colmillos al depredador, encierran al terneraje en un círculo perfecto. Las sardinas cuando forman una bola de cebo, también.

El restorán se llama Poseidón. El dios que no permitió que Odiseo volviera a casa hasta que hiciera lo que debía. El príncipe de las mareas y los mareos: epilepsia y pánicos eran para los atenienses males de mar. Poseidón hablaba a través del oráculo de Delfos antes que Apolo y, al igual que Marte, antes de ser representado con rostro humano fue caballo. Alejandro ahogó cuatro sementales para calmar su ira una vez. Neptuno. El planeta que abre las puertas del inconsciente y hace que el amor sea en sí mismo y no "algo" entre el yo y el otro. I'll try to say a little more / love went on and on / until it reached an open door / then love itself / was gone. Leonard Cohen lo sabía. Eso invisible que sin embargo existe. Como la avenida Córdoba más allá de los árboles.

En El examen se predicen los funerales de Evita de manera imprecisa. Algunos oráculos se equivocan mejor que otros. Fiesta pagana con grandes carpas blancas en Avenida de Mayo como estación de via crucis para unos diletantes que no podían (querían) anticipar lo que sucedería en el muelle. A esto no lo sabía ese sábado al mediodía en que me iniciaron en el culto a Poseidón; el restaurante, no el dios. Avenida de Mayo. Grandes carpas blancas. Fiesta de las Colectividades Nórdicas. Coincidencia o no. Ya en el club sólo probé el café y un soberbio panqueque de manzanas con bocha de crema pero averigüé que la especialidad es el pejerrey, los precios no ensartan y es un excelente remanso para escapar de Buenos Aires sin huir. Sonaba Sabina. Peces de ciudad habría sido oportuna, pero no. Y sin embargo. De sobra sabes que eres la primera / que no miento si…