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Parque Nacional Talampaya, tierra de dinosaurios y capayanes

Ubicado en La Rioja, resguarda un ambiente frágil y millones de historias. Excursiones por laberintos, caminatas o circuitos en bicicleta entre paredones imponentes en un territorio sin fin.

Con sólo medio día de viaje por la ruta nacional 38 que une Córdoba con La Rioja, se puede llegar al imponente Parque Nacional Talampaya (de 213.800 hectáreas), reconocido internacionalmente como sitio de Patrimonio Mundial por Unesco ya que allí, como en el Parque Provincial Ichigualasto en la provincia de San Juan, se descubrieron importantes yacimientos paleontológicos que permiten comprender la evolución de la vida en la Tierra. Al llegar es momento de dejar volar la imaginación; como el cóndor andino que con su suave planear acompaña la visita de esos imponentes paredones rojizos, donde la erosión y el tiempo jugaron para formar singulares cañadones y verdaderas esculturas de piedra.

Al visitar el área protegida, el desafío es ubicarse en el tiempo, pero no sólo en el tiempo histórico –que requiere remontarse 250 millones de años atrás– sino también en el tiempo del sitio, donde la contemplación, el disfrute y la tranquilidad permiten conectarse con la naturaleza.

DATOS ÚTILES. Información útil para recorrer el Parque Nacional Talampaya.

Sus visitantes y guías afirman que es un “lugar que no tiene fin”. Para recorrerlo es recomendable contar con dos o tres días como mínimo y se puede contratar diferentes prestadores turísticos: el servicio concesionado Volterra S.R.L. (antes conocido como Rolling Travel), reconocido con una distinción de accesibilidad; la Asociación Civil de Guías; la Cooperativa Talampaya o Runacay Servicios Turísticos. “A todos los nombres de las erosiones se los he puesto yo: El Vigía, La Catedral, El Rostro de Cristo, La Chimenea y El Monje”, revela el guía local Don Sergio Leiva, quien recorre la región desde sus inicios.

Es importante conocer que la compra de la entrada de acceso ($ 300 general, $ 140 residentes nacionales y $ 70 niños; vale por dos días) incluye la excursión gratuita “Naturaleza y Cultura”, que recorre los petroglifos del Cañón de Talampaya. Dura una hora y se realiza en dos momentos del día, a las 9 y a las 16, pero se debe reservar previamente.

También se puede optar por contratar distintos tipos de excursiones que recorren los principales puntos turísticos, aunque con distinta duración: el Cañón de Talampaya, una visita por los petroglifos, el Jardín Botánico para conocer la flora nativa, la Catedral Gótica, el Monje y Cajones de Shimpa.

Noelia Mangin recorrió, junto con una amiga, un largo camino desde Tierra del Fuego para conocer el Parque Nacional. “Hicimos la excursión del camioncito, en la que podés subir al techo e ir disfrutando y respirando ese aire maravilloso y viendo esa porción de la Tierra que tiene millones de años. Es alucinante sentir la grandeza y verse uno tan pequeño”, cuenta.

Ríos que son caminos

Para los aventureros que quieren llegar a conocer las profundidades y el paisaje interior del Parque Nacional Talampaya, se puede optar por alternativas turísticas y de trekking que realiza la Cooperativa de Provisión de Servicios Turísticos y Servicios afines Talampaya Limitada por los puntos turísticos Ciudad Perdida y Cañón Arco Iris y la caminata por la Quebrada Don Eduardo; opciones que permiten conectarse con la proximidad del entorno y, si la suerte ayuda, quizás observar guanacos o maras refugiados a la sombra de un algarrobo.

Este paisaje fascinante y, a la vez, exigente por sus cambios abruptos de temperatura requiere transitar por largas distancias donde se atraviesan cauces secos de ríos. Allí el ambiente es frágil y por ello sólo se puede recorrer con guías habilitados por la Administración de Parques Nacionales (APN). Otras opciones para una visita diferente son las excursiones en bicicleta o a la luz de la luna llena.

Se cree que Talampaya significa “río seco del tala”, en vocablo quechua, y que fue un lugar de paso para quienes habitaron temporariamente las cuevas y los aleros de estas tierras hace más de 1.000 años. Fueron los que consagraron este sitio, enterrando aquí a sus difuntos y dejando grabadas en las rocas algunas señales de la diversidad cultural del territorio.