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Mendoza, la tierra del sol y el vino

Mientras que en marzo celebra la Vendimia, en abril continúan los festejos con el Día Mundial del Malbec. Y todo el año, la provincia recibe a los turistas con la belleza de sus paisajes y el fruto de sus viñedos.

A contrapelo del resto del hemisferio sur, la primavera de Mendoza se celebra a partir de marzo, con la Vendimia, y se extiende hasta abril, con el Día Mundial del Malbec. Estas dos fechas, en meses pegados, son dos grandes excusas para visitar la provincia de los mejores viñedos, que el resto del año disfruta, igualmente, de su producción.

La ciudad de Mendoza tiene a su alrededor decenas de bodegas y miles de hectáreas de cultivo para conocer. Para recorrer este destino superpoblado de 45 mil árboles (más que nada moreras, pero también fresnos, plátanos, acacias y paraísos), una buena opción es hospedarse cerca del centro. Desde ahí es posible descubrir la ciudad y su historia, y tomarse algunas horas para visitar puntos aledaños interesantes que se encuentran a pocos minutos.

DATOS ÚTILES. Información útil para una escapada a Mendoza.

Tour por la ciudad

La ciudad de Mendoza, en una provincia llena de riqueza natural y paisajes que reciben cada año a millones de turistas de todo el mundo, se vale por sus propios puntos de interés. Los más clásicos pueden visitarse en alguno de los buses que parten desde la plaza Independencia y recorren los principales museos y plazas, así como el centro de la Mendoza colonial, una versión de la ciudad previa al terremoto de 1861 que obligó a reconstruir y trasladar la capital. En estos buses hay unas 20 paradas en las que se puede descender, recorrer y esperar el próximo colectivo para seguir con el circuito.

Para conocer el espacio verde más grande de la ciudad hay que meterse en el parque General San Martín: son más de 307 hectáreas en las que los mendocinos pasean y hacen ejercicio, mientras los turistas hacen un alto en la recorrida en alguno de sus bancos. Además de ser el sistema respiratorio de la capital provincial, alberga algunas de las instituciones más destacadas de Mendoza, como el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas y la Universidad Nacional de Cuyo. También está el lago, bordeado de un lado por el club de regata y, del otro, por el rosedal.

El brindis

Pero Mendoza es sinónimo de vino, y uno no podría irse de la ciudad sin conocer al menos una bodega. Una de las más famosas es Zuccardi, a 35 kilómetros de la ciudad (unos 20 minutos en auto) que ofrece recorridos y degustaciones, como casi todas las bodegas, pero con algunas particularidades. En Zuccardi se puede aprender a cosechar, participar de la cocina, disfrutar de picnics y ser parte de un programa sustentable de cultivo orgánico de olivares. Es que desde hace mucho tiempo trabaja de forma responsable con el ambiente, y este año recibirá la certificación de cultivo orgánico. Aquí se puede conocer, pero además, ser parte de todas las instancias del trabajo en los viñedos.

La bodega tiene dos restaurantes de perfiles muy distintos: Pan y oliva, enfocado en la cocina mediterránea, con tapeo, pizzas y pastas –todo preparado con la producción de su huerta orgánica– y Casa del visitante, un restaurante clásico orientado al grill o parrilla tradicional, con menú regional (empanadas de carne, cebolla, queso) y platos con carne de vaca, cerdo y chivito.

Una bodega más joven es Renacer, fundada en 2003. Se trata de un emprendimiento familiar que en su corta historia creció muchísimo: hoy producen un millón de litros de vino por año. Tienen 33 hectáreas de viñedos alrededor de la bodega y compran parte de su materia prima en distintas regiones de Mendoza y de Chile. Sus vinos cumplen un proceso largo y dedicado: la cosecha es manual, la fermentación se hace durante dos años en barriles de roble francés y descansan un año en las botellas. Ahora, por ejemplo, está saliendo al mercado la producción de Renacer de 2014.

Como una de sus particularidades, la bodega produce el vino Mil amores, inspirado en una técnica italiana llamada passimento, que consiste en la deshidratación parcial de la uva. En Renacer, la técnica se actualiza y se adapta a las variedades típicas de la zona. En su restaurante, la cocina es de autor y tiene inspiración en lo local, recuperando técnicas regionales y tradicionales. El espacio para comer está adaptado para que uno no se olvide de que está en Mendoza, cerca de la cordillera y rodeado de viñedos: una terraza con vista de 360 grados frente a una bodega de estilo toscano y un deck sobre una laguna son algunas de las opciones para disfrutar de la comida del restaurante Renacer. Habiendo recorrido la ciudad y brindado frente a la cordillera, ahora sí, ya podemos dejar Mendoza.