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Malvinas. Cómo llegar, cuánto cuesta y cuánto vale

Familia real. Ejemplares de pingüinos rey en Volunteer Point, isla Soledad (Foto: gentileza Carlos Winston Albertoni)
Familia real. Ejemplares de pingüinos rey en Volunteer Point, isla Soledad (Foto: gentileza Carlos Winston Albertoni)

Las Islas son el desafío mayor, desde la planificación del viaje al manejo de las emociones.

Se viaja para aprender y uno, entre cientos de desplazamientos, enseña a viajar. Éste es uno de esos movimientos: “el” viaje para un argentino. La experiencia Malvinas se dispara cuando comenzamos a considerarla. Poner un pie sobre la turba equivale a recibir una descarga de emociones. Turbación. Turbulencia sobre tierra que parece firme. Parece. Imagine el lector que ingresa a un templo. El silencio siempre es bienvenido y condición necesaria para absorber y asimilar. Malvinas en su soledad, con vientos que cortan la respiración y dificultan el avance y con su silencio de motor a reacción a toda máquina, resulta el entorno ideal para aquellos que deseen reflexionar sobre la historia nacional pero también sobre la condición humana, todo lo hermoso y terrible que somos. Quien firma es un niño de aquella guerra. Más de una vez escribió que su infancia está enterrada entre la Pradera del Ganso y el Monte Dos Hermanas. Confesión: el que suscribe se prepara para su primera vez y preguntó a veteranos en la experiencia ¿cómo alivianar la mochila? Una vez decidido a gastar un monto equivalente a 15 días en Londres, el viajero deberá considerar si está dispuesto a pasar una semana sin hablar de fútbol, política y economía. A mirar, a mirarse, a escuchar el viento y otras voces. Los isleños son hospitalarios, pero tienen un sentido de pertenencia muy poderoso. Se habla inglés cerrado, pero resulta fácil encontrar lenguaraces chilenos, peruanos y colombianos. Malvinas es más que una herida que todavía nos duele, permite sentir con todo el cuerpo un paisaje que no se deja habitar, amar y defender así nomás. Dice Alejo Carpentier: “En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo”. A partir de esta línea hablan los que saben.

Puerto Argentino. Vista de la ciudad desde la bahía. Se observa la Catedral de la Iglesia de Cristo. (Foto: gentileza Carlos Winston Albertoni)
Puerto Argentino. Vista de la ciudad desde la bahía. Se observa la Catedral de la Iglesia de Cristo. (Foto: gentileza Carlos Winston Albertoni)

Carlos “Chino” Albertoni, fotógrafo y periodista de National Geographic. Organizó cuatro safaris fotográficos a Malvinas.

“Como preparación para Malvinas recomiendo Puerto Deseado”

El Chino es baqueano: sabe moverse. Señala que mientras uno sonría y no exhiba un tatuaje o una campera de la Selección todo estará bien. Ha caminado los campos de batalla tantas veces que puede decir qué cosas estaban y ya no. Alguien deberá hacer una investigación sobre el paradero de casquillos, zapatillas y latas de picadillo. Dice que una semana apenas alcanza para recorrer los principales hitos y no para aventuras extremas, como la pequeña Sea Lion Island. Allí se llega en avión regional, hay cama y desayuno en el hotel que regentean sus seis habitantes; se recorre completa en menos de una hora y permite ver aves, ballenas, elefantes marinos y orcas. Subraya que la ría de Puerto Deseado y su isla Pingüino ofrecen paisaje, flora y fauna similares, como una forma de aclimatarse. Para las otras emociones recomienda la introspección y la preparación física: se alquilan vehículos de doble tracción, pero los seguros no cubren las actividades fuera de ruta. Se camina, y mucho, en terreno difícil. ¿Busca un guía? @chinoalbertoni en Instagram.

Laura Cerezo, periodista, locutora, lectora y viajera. Cubrió el 25° aniversario de la guerra para Cadena 3 Argentina, en 2007.

“… una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas”

“Cuando visites tu posición te vas a quebrar”, dijo el oficial británico Gary Clement a Mario Núñez, soldado correntino que volvía por primera vez a Malvinas después de 1982. “Vas a encontrar todos tus pertrechos”, insistía Clement. “Si quieres iremos juntos a los dos cementerios”. Núñez aceptó la propuesta y se dieron un apretón de manos. El diálogo se daba en el avión que me llevaba a las Islas desde Córdoba, para una cobertura periodística. Los excombatientes argentinos habían abordado en Punta Arenas. Núñez encontró en su “pozo de zorro”, cerca del Monte Enriqueta, algunos jirones de una frazada que no logró abrigarlo en aquel invierno extremo y hasta el papel celofán de un paquete de galletas insuficiente para calmar su hambre. Y se quebró, claro. Fueron Juan López y John Ward, 25 años después. Hubieran sido amigos. Borges tenía razón.

Respeto. Vista parcial del cementerio argentino de Darwin. (Foto: gentileza Carlos Winston Albertoni)
Respeto. Vista parcial del cementerio argentino de Darwin. (Foto: gentileza Carlos Winston Albertoni)

Juan Terranova. Escritor, docente y periodista. Trabaja en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Viajó a las islas y ha escrito varios libros sobre ellas. Este texto fue enviado desde Base Carlini, Caleta Potter, Antártida Argentina.

“Uno nunca puede ser un turista perfecto si viaja a su casa”

Los kelpers ofrecen al viajero pingüineras y lobos marinos, intentando convertirlo en un turista. Pero nosotros los argentinos tenemos esa fauna en el continente, la conocemos y la respetamos. Malvinas, entonces, más allá de su rústica belleza natural se vuelve para nosotros una peregrinación y nos transforma en viajeros del tiempo. Esa transformación, parafraseando al tío Ben, implica una gran responsabilidad. Ir al Cementerio de Darwin o al Monte Longdon es transitar lugares donde la soberanía argentina estuvo y está en tensión. Y nunca podemos ser un turista perfecto si viajamos a nuestra casa, aunque esa casa esté en manos de otras personas. Los kelpers comparten con el viajero argentino una situación de extrañamiento. Saben que su prosperidad y su rutina existen en un lugar que no les pertenece; saben que esa tierra y ese mar está en disputa. Una vez le pregunté a mi hijo si le gustaría irse a vivir a Malvinas cuando las recuperáramos y me respondió que nuestra casa es donde estemos juntos. Estemos juntos siempre en Malvinas.

Fuerza anfibia. Ejemplares juveniles de elefantes marinos en Kelp Point, isla Soledad. (Foto: gentileza Carlos Winston Albertoni)
Fuerza anfibia. Ejemplares juveniles de elefantes marinos en Kelp Point, isla Soledad. (Foto: gentileza Carlos Winston Albertoni)

Alejandra Conti, periodista y politóloga, y Sergio Suppo, director periodístico de Cadena 3 Argentina. Alejandra estuvo seis veces en las Islas; Sergio una vez, con motivo del 40° aniversario de la guerra, en 2022.

Antes de subir al avión lea este libro

Comenzó a escribirse con un tramo Buenos Aires-Londres; un tren a Brighton; un vuelo militar a Senegal; una escala en isla Santa Helena -dominio inglés, prisión de Napoleón Bonaparte- y el salto final hacia el manto de neblinas. Suppo dice que viajaron medio mundo, ida y vuelta, y -caballero y profesional- cede la palabra a Alejandra Conti, veterana de seis campañas.

Escrito a cuatro manos por expertos lectores de la política, la economía y las relaciones internacionales, este libro ofrece una radiografía de los lazos entre las islas y nuestro país acompañada por una amena guía para el viajero: gastronomía, hotelería, servicios y lugares recomendados. En los detalles se muestran las realidades complejas. Hablan de los 24 argentinos que viven hoy en el archipiélago, de las maestras nietas de los ingleses de los trenes que fueron a buscar novio militar y ciudadanía británica en los ‘70, pero también señalan dónde se come un buen fish and chips como en Londres o un lomito a la chilena que los isleños llaman “chacarero”. Todo iluminado por imágenes de Rafael Wollmann, el fotógrafo que registró las primeras imágenes de aquel 2 de abril y vuelve a las islas en forma periódica.

Una lectura histórica pero también una guía para viajeros
Una lectura histórica pero también una guía para viajeros

RECOMENDACIONES PARA TENER EN CUENTA

1) Segundo sábado de cada mes desde Río Gallegos. El vuelo de Latam Punta Arenas-Mount Pleasant hace escala en el país cada 30 días. Un ticket ida y vuelta a partir de USD900. El código de vuelo y el horario está sujeto a variaciones climáticas en origen y destino. Es tramo doméstico: el importe no está gravado con impuesto país, percepción y bienes. Regresa el sábado siguiente. Se paga una tasa de salida de USD30 a valor oficial con tarjeta.

2) No hay vuelo directo COR-RGL. Se puede hacer COR-AEP con Aerolíneas Argentinas a primera hora (7:25 / 8:25) para embarcar AEP-RGL a las 11. El ticket promedio es de $60 mil pero puede bajar por compra anticipada. Una noche de hotel en Río Gallegos desde $10.

3) Cama y desayuno. El Lookout Lodge (lookoutlodge.co.fk) ofrece bed a breakfast a la inglesa por una semana desde USD400 por persona. Lafone House es familiar y acogedora. Shorty´s, como su nombre lo indica, se queda corto.

4) Malvina House Hotel. USD700 la semana con desayuno. Se puede contratar el traslado desde el aeropuerto con la reserva por USD25. Debe su nombre a la hija de su fundador J. J. Felton y en la página oficial aclaran “nada que ver con el nombre argentino de las islas”. Atribuyen la creación de este nombre femenino al escocés John Macpershon para un personaje de sus Cantos de Ossian, en 1760. Informes: www.malvinahousehotel.com. Una opción más coqueta es el Waterfront, cuesta el doble. Contacto: www.waterfronthotel.co.fk

5) Lista de precios. Un almuerzo o una cena: entre USD10 y USD50. Una porción de comida en el súper: USD5. Una excursión: entre USD60 y USD300. Un vuelo por las islas: USD100. Un taxi: USD10. Conexión a Internet para la semana: USD10.