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La Payunia, reserva natural de volcanes

Un horizonte, de colosales volcanes que totalizarían 1.300 aunque están contabilizados sólo 830.
Un horizonte, de colosales volcanes que totalizarían 1.300 aunque están contabilizados sólo 830.

Capricho natural al ciento por ciento. Esta reserva de volcanes situada a unos 200 kilómetros de la ciudad de Malargüe es uno de los campos volcánicos de mayor extensión de Latinoamérica.

Capricho natural al ciento por ciento. Esta reserva de volcanes situada a unos 200 kilómetros de la ciudad de Malargüe es uno de los campos volcánicos de mayor extensión de Latinoamérica.

Se trata de centenares de volcanes de todas las formas, tamaños, y colores. Llanuras, coladas basálticas, caminos por los que alguna vez transitó la lava ardiente y pendientes de rocas volcánicas dan lugar a esta singular maravilla.

Se contabilizaron 830 volcanes aunque se estima serían  1.300. La travesía comienza muy temprano ya que la actividad insume casi todo el día por la distancia de la reserva; porque se trata de camino de ripio y porque son tantos los volcanes que conviene empezar la excursión a primera hora.

Los que optan por desechar el servicio de guías corre con grandes chances de perderse en el camino.

Germán Cara es un apasionado por los volcanes y se le nota en la cara. En la ciudad de Malargüe todos coinciden al definirlo como la persona indicada para realizar la expedición.

Y es cierto, a poco de conocerlo Germán demuestra que es especialista en la materia. En el curso de la travesía, cuenta que empezó a estudiar Geología pero que al tiempo tuvo que abandonarla. Nunca perdió el interés por los volcanes y continuó los estudios por su cuenta.

En camino. Para llegar a La Payunia hay que seguir 200 kilómetros por la famosa ruta 40 hasta que termina el pavimento. En ese punto el camino se bifurca: uno conduce  a la reserva y el otro, es la extensión de la carretera 40.

La primera escala es en el paraje denominado La Pasarela. Desde el puente se divisa cómo el caudaloso río Grande se  escabulle con furia por un cañón de lava en un entorno de piedras que parecen haber sido lustradas hasta sacarles brillo.

Allí Germán se encargará de ofrecernos el desayuno. En marcha de nuevo se pasa por la zona petrolera Fortunoso y luego a la reserva La Payunia.

El primer atractivo es la zona de Pampas Negras, un particular lugar que parece escapado de algún planeta ignoto.

Fernando y Fernanda, una pareja de rosarinos y promedian los 30 años, cuentan que jamás antes habían pagado por una excursión, pero al escuchar comentarios de las bondades del paisaje se decidieron a participar de la travesía no dudaron en contratar el servicio.

No son los únicos, también  José y Mabel, de 60 años llegan desde la capital mendocina para pasar las vacaciones.

Lo primero que dijo Fernanda al llegar a Pampas Negras fue: “qué lindo pisar tierras marcianas”.

El suelo negro se interrumpe por el color amarillo de los coirones (pequeñas plantas típicas de la zona). aunque el  arbusto más famoso es el vulgarmente llamado “asiento de suegra” y se trata de plantas blancas y espinosas que abundan en la reserva.

Volcanes a la vista. Luego se avistan los volcanes. Primero está el Cerro de las Bombas que según el guía tiene "lágrimas volcánicas de diferentes tamaños y formas".

Continuamos por parajes solitarios donde reina un intenso viento y tras observar rápidamente los volcanes Payú Liso y el Real del Molle, arribamos al postre de la excursión: Los Morados. Para llegar al cráter del colosal volcán hay que caminar media hora mientras se desafía el viento.

Desde allí arriba la vista es única. Sólo un universo de volcanes. Contemplación y fin de la travesía.

En el regreso y mientras se deja atrás ese horizonte de montañas volcánicas, Germán entusiasmado dice: “pensar que mañana tengo que venir de vuelta, ¿no es linda mi oficina?”.