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La ciudad termal se hizo un “lifting”

Sin perder su perfil aferrado a las tradiciones, Termas de Río Hondo asiste a un cambio en su fisonomía y hábitos. Tras romper la estacionalidad, está abierta al turismo todo el año para lo cual cuenta con nueva infraestructura edilicia y de servicios.

En tiempos prehispánicos, las extensas llanuras del poniente, en la actual provincia de Santiago del Estero, fueron asentamiento de la cultura tonocotés, aborígenes conocidos por el carácter afable y laborioso.

Agricultores y alfareros, se cree mantuvieron contacto con una avanzada incaica que llegó atraída por las aguas termales, bienhechoras para la salud. Sin embargo, no se conservan vestigios que pongan certeza a tal hipótesis, salvo algunos vocablos similares que perduraron a través del tiempo y que se habrían asimilado a la lengua quechua.

La conquista española no tardó en diezmar a esos habitantes y con el transcurrir del tiempo, en ese solitario oasis de aguas calientes, se formó la población de Miraflores. En el despertar del siglo 20, esa aldea todavía tenía escaso desarrollo aunque el privilegio de estar asentada en una gran terma mineralizada, de 12 kilómetros a la redonda, no tardaría mucho en ser aprovechada.

Si bien ya había algunos pequeños alojamiento, fue recién hacia fines de 1940 cuando surgieron establecimientos hoteleros importantes, tal el caso del Hotel Los Pinos que se levantó en la entonces casi despoblada periferia.

En 1967 se inauguró el dique Frontal y bajo su lecho quedó sumergida la antigua población. La represa se realizó para controlar las crecidas del río Dulce, generar energía y con el fin de aprovechar las aguas destinadas a riego.

En la década entre 1975 y 1985 se crearon el Parque Güemes y el Centro Cultural, a la vera de la ruta nacional 9, pero fue a partir de 2012 donde la ciudad tuvo su punto de inflexión que derivó en el actual desarrollo.

Ciudad en obras. El año pasado se inauguró el moderno Aeropuerto Internacional Río Hondo, a siete kilómetros del centro de la ciudad, que une a Buenos Aires con dos vuelos semanales de Aerolíneas Argentinas, mientras las promesas de otras conexiones, entre ellas a Córdoba, se postergan indefinidamente.

No es un dato menor ya que el caudal turístico de Termas de Río Hondo se nutre de los visitantes procedentes de Buenos Aires, Córdoba y en tercer lugar el resto de las provincias.

También desde el año pasado la ciudad cuenta con el Autódromo Río Hondo, en un predio de 150 hectáreas en el perilago del dique Frontal. Por sus características, permite ser usado por distintas categorías y disciplinas del deporte motor. Cuenta con 4.400 metros de largo y una recta principal de 1.350 metros. Tiene una capacidad para albergar a 50 mil espectadores; 33 mil metros cuadrados de boxes y mil metros cuadrados de edificios (ingresos, torres de control, salas de prensa y galpones).

Museo del Automóvil. Una uniformidad arquitectónica y de colores engloba las últimas construcciones: aeropuerto Internacional, la isla Tara Inti, el autódromo, el Museo del Automóvil y la avenida Costanera, que es el vínculo entre ellas.

El Museo del Automóvil está instalado dentro del perímetro del Autódromo y consta de 2.500 metros cuadrados cubiertos, distribuidos en cuatro plantas, donde destaca una amplia superficie vidriada que ofrece una privilegiada visión panorámica del autódromo.

Los guías que reciben a los visitantes lucen indumentaria de corredores y organizan el recorrido con interesantes datos y anécdotas, mientras se observan vehículos de colección propia y otros cedidos por los museos Fangio, La Plata y Arturo Scalise, dispuestos en la planta baja.

Entre las nuevas adquisiciones destacan el Torino de 1969 utilizado por el Automóvil Club Argentino en la carrera Las 84 horas de Nürburgring (Alemania), equipo liderado por Fangio; una cupé Chevy utilizada por Roberto Mouras en su última carrera, la Vuelta de Lobos, en 1992, en la que falleció.

También tiene su espacio el Falcon utilizado por Omar Martínez en el campeonato de Turismo de Carretera 2004; un Institec, llamado el “Justicialista”, realizado en el Iame, en Córdoba, y la Maserati 300 sport que usó Juan Manuel Fangio.

En el segundo nivel, una importante colección de motos antiguas hace las delicias de los motoqueros; un ascensor panorámico conduce al bar temático y una sala de simulación permite experimentar la aventura de una carrera.

Horario de atención: de martes a domingos, de 9 a 21.

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