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Hacia Villa Atamisqui

Loreto. Plaza con numerosos lapachos en flor y las esculturas de Juan Vejarano.
Loreto. Plaza con numerosos lapachos en flor y las esculturas de Juan Vejarano.

El primer tramo de tierra tiene la consistencia del talco y al paso deja una densa estela. Se atraviesan Tío Pozo y Huajla, caseríos con viejos ranchos de horcones de quebracho que son atravesados por el camino que en algunos tramos es sólo un sendero de arena en el monte espinoso.

El primer tramo de tierra tiene la consistencia del talco y al paso deja una densa estela. Se atraviesan Tío Pozo y Huajla, caseríos con viejos ranchos de horcones de quebracho que son atravesados por el camino que en algunos tramos es sólo un sendero de arena en el monte espinoso.

Tras 18 kilómetros se arriba al cruce “Tres Caminos” donde se reencuentra el asfalto y muy cerca está Villa Atamisqui, el pago de las teleras.

Tras la vuelta a la plaza, la presencia de humo y los sonidos de un chamamé nos guiaron a una parrilla dispuesta en la vereda, bajo cuatro postes, techo de silo bolsa, piso de tierra, mesas, freezer y freidora. Fue el mejor lugar para obtener datos y referencias del arte ancestral de las teleras.

La Asociación de Tejedoras Atamisqueñas, más de 40 teleras, tiene frente a la plaza un local donde exponen y venden los tejidos. Nos recomendaron visitar a Graciela Peralta, quien sin hacer preguntas, abrió las puertas de su casa y mostró el telar protegido por cuatro chapas. Entre coloridos ovillos y tejidos contó que con su trabajo construyó la casa y crió a sus hijas, quienes se suman a la noble artesanía.

Muy cerca, está el Museo de la Sacha Guitarra, instrumento inventado por el músico Elpidio Herrera, que en un salón expone cientos de fotografías de músicos y visitantes ilustres.

Todos los años en julio, desde hace 40 años, realizan el Festival de la Sacha Guitarra con músicos, artesanías y comidas tradicionales.

Con las últimas luces del día regresamos al alojamiento donde nos esperaban con empanadas. Dormimos cubiertos con una manta con la figura de un león africano que nos protegió del frío nocturno.

Al día siguiente, luego de 12 kilómetros de pedaleo llegamos a Estación Atamisqui, pueblo natal del cantante Leo Dan, que cuando circulaba el tren estaba lleno de vida. Hoy los rieles ya no son paralelos y los durmientes tienen otros usos.

En esas tierras áridas y salitrosas, la presencia de una importante huerta llena de esperanza la triste postal. A poca distancia, un enorme iglú color rojo atrae el interés por la arquitectura. La dueña de casa y sus hijos sin retaceos mostraron la vivienda que imita la forma de un horno criollo de ladrillo, de cinco metros de alto.

Enseguida una ronda de mate y las historias de una familia de conocidas tejedoras que luchan por rescatar la cultura popular santiagueña.

El dueño de casa, Ernesto Salazar, es artesano bombista y solícito mostró los troncos en distintos momentos de ejecución, uno recién pelado, otro comenzado a ahuecar hasta llegar a un bombo casi terminado.

El arte en el camino. De nuevo en marcha arribamos al cruce con la ruta 9 y en el trayecto de 18 kilómetros que separan de Loreto conocimos a otras tejedoras que venden sus labores junto a otros productos como sillas de madera y tiento, esculturas en madera, troncos de cactus secos, tortugas, boas, arañas, víboras y cactus, sobre la banquina. Impacta observar a viajeros que adquieren tortugas y boas especies en riesgo de extinción.

Ya en la plaza principal de Loreto los lapachos florecidos dieron la bienvenida. En una de las calles, las esculturas tradicionales de Juan Vejarano se alinean en la ciudad cuyo más difundido atractivo es el santuario de la Virgen de Loreto.

Cada 10 de diciembre se realizan festejos en su honor.

Antes de emprender el regreso hacia Córdoba, buscamos los rosquetes loretanos, golosina local que consiste en un aro de masa y baño de merengue.

Todas las siestas los vendedores con sus respectivas canastas recorren las calles aledañas a la Terminal de Ómnibus para ofrecerlos a los viajeros.

En el balance de la travesía quedaron para el asombro el paisaje santiagueño y la amabilidad de la gente. Ese saldo a favor nos comprometió a regresar para conocer más de esa cultura abonada de leyendas y rituales.

Como dice la vidala de los Coplanacu Taquetuyoj

“Taquetuyoj, Taquetuyoj,

cada casa una telera.

Cada telar una urdimbre

de alegrías y tristezas”.

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“El monte ya me conoce,

porque al monte pertenezco.

Del monte son los colores

y las flores que yo tejo".

Lo que hay que saber

Recorrido y distancias. De Loreto a Brea Pozo: 34 kilómetros de asfalto; Brea Pozo / Villa Atamisqui, 45 kilómetros (tramo de asfalto y el resto de arena) y Villa Atamisqui / Loreto 54 kilómetros de asfalto.

Alojamiento. Loreto tiene una amplia la oferta; en Brea permiten acampar en espacios públicos y en Atamisqui "Lo de Naira" y Liliana Cura son hospedajes que cobran, $ 50 por persona.

Recomendaciones. No es un recorrido recomendable para el verano.

Se debe llevar abundante agua potable.

Antes de abandonar las rutas es aconsejable preguntar porque hay muchos desvíos.

Hay espinas por todos lados.

Festividades. Día de la Virgen de Loreto, 10 de diciembre; Fiesta del Carbón en Brea Pozo en octubre; Trinchera Breaposeña en la segunda semana de febrero, y Fiesta de la Sacha Guitarra en Atamisqui, segunda semana de julio. Contactos. Facebook Loreto Cultura (Mario Coria).

Celestina Ponce (telera).

E-mail: eltelarcriollo@jimdo.com

Graciela Peralta (telera)

E-mail: gracie-peralta@hotmail.com

Uti Salazar, bombista Facebook Cristina Salazar (hija).