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Entre Ríos: un castillo inspirador

El río Uruguay se observa desde el castillo San Carlos, Concordia, construido en 1887 y hoy en ruinas.  Se están haciendo trabajos para su puesta en valor.
El río Uruguay se observa desde el castillo San Carlos, Concordia, construido en 1887 y hoy en ruinas. Se están haciendo trabajos para su puesta en valor.

La ciudad entrerriana de Concordia es conocida por los dos centros termales que se encuentran en esa jurisdicción pero, además, tiene un mundo mágico e inspirador donde el aviador Antoine de Saint-Exupèry se convirtió en el escritor de El Principito.

Al ingresar al Parque Rivadavia o San Carlos, a cinco minutos del centro de Concordia, uno queda encantado con las 70 hectáreas de lomadas suaves que desembocan en una vista panorámica del río Uruguay. Al recorrerlo lentamente, como en un sueño de intensos verdes y tierra roja, los pasos desembocan en las ruinas de un castillo y en la estatua de un niño parado sobre un asteroide que mira hacia la mansión.

Las ruinas son las del castillo San Carlos construido en 1888 por Eduardo Demachy y el monumento es El Principito, de un blanco que encandila, realizado en 1997 por la artista entrerriana Amanda Mayor.

La misteriosa relación entre ambas construcciones se remonta a 1929, cuando Antoine de Saint-Exupèry tuvo que realizar un aterrizaje forzoso en aquellos campos aledaños al castillo.

“Había aterrizado en un campo, y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas, de pronto un grupo de árboles se hace visible al claro de la luna y entre ellos, aquella casa, ¡qué casa más extraña. Compacta, maciza, casi una ciudadela. Castillo de leyenda capaz de ofrecer un refugio tan apacible, tan seguro y tan protegido como un monasterio”, fue la descripción de esta fortaleza que realizara el escritor en su libro Tierra de hombres, en el capítulo 5 al que llamó Oasis.

Por ese entonces el castillo estaba alquilado a la familia francesa Fuchs Valón, cuyas dos hijas le transmitieron a Antoine la magia del lugar a través de relatos de sus exóticas vivencias con el entorno natural. Fue tal el encantamiento que le produjo el contacto con esas dos niñas que luego volcó sus primeras impresiones en un artículo titulado “Princesas argentinas”, publicado en una revista de París el 14 de diciembre de 1932.

La relación especial que tenía la familia Fuchs Valón con su entorno (tenían zorros del monte, un mono, mangostas, una iguana y serpientes) así como el diálogo que tenían las niñas con los animales, transformaron a esas dos rubias “princesitas argentinas” en lo que sería luego su obra maestra: El Principito, que habría nacido de la imaginación brotada en este pulmón verde de Concordia.

El hoy. En la actualidad sólo quedan ruinas del castillo San Carlos, desde que en 1938 lo destruyera un incendio que devastó la sofisticación llegada de Europa (estufas de mármol de Carrara; estatuas de los jardines; el terciopelo de las paredes y los sanitarios móviles consistentes en cajoneras con bidé de mármol). Quedó a la vista sólo la piedra lavada que reviste su exterior, la cual fue extraída de la costa del río Uruguay.

En este momento las ruinas se encuentran en recuperación y un vallado impide el ingreso a la planta baja y al primer piso hasta tanto no se terminen las obras de consolidación y puesta en valor del lugar.

De lejos sólo se puede apreciar una placa conmemorativa ubicada en el ingreso de la vivienda palaciega, que dice: “A Antoine de Saint Exupèry. Embajada de Francia. Alianza Francesa. Concordia 1966”.

Sin embargo, la reconstrucción de parte de la historia del lugar continúa al ingresar al Jardín Botánico Caá Porá (término guaraní que significa vegetación hermosa) distante 260 metros del castillo, donde originalmente funcionaba la cocina del castillo; debido a esa distancia, la comida era transportada al palacio a través de un carruaje especialmente diseñado para esa tarea.

El Jardín Botánico, también conocido con el nombre de su fundador Aníbal Oscar Carnevalini, abarca ocho hectáreas especialmente preparadas para preservar las especies herbáceas y arbóreas nativas.

Son llamativos los extraños puentes metálicos que fueron construidos con molduras utilizadas en la construcción del túnel subfluvial Hernandarias.

La mansión San Carlos, que en el pasado fuera una imponente casa de estilo Luis XV, hoy se parece a un gigante dormido sobre una colina. En un costado se encuentro un entusiasta niño que con cierto porte arrogante (representado por la estatua de El Principito) lo desafía a levantarse y sacudir sus 125 años de historia donde abundan tiempos de abandono, saqueos e incendios, para volver a ser aquel lugar que inspiró a Antoine de Saint-Exupèry.