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El frío como acompañante

El cordón de las sierras puntanas envuelve a numerosos embalses y ríos, en cuyas riberas se encuentran viejos poblados aborígenes y mineros.
El cordón de las sierras puntanas envuelve a numerosos embalses y ríos, en cuyas riberas se encuentran viejos poblados aborígenes y mineros.

La ola polar se hizo sentir en una jornada de muchos kilómetros y difíciles caminos para los ciclistas, cuya siguiente meta era el Inti Huasi.

La ola polar se hizo sentir en una jornada de muchos kilómetros y difíciles caminos para los ciclistas, cuya siguiente meta era el Inti Huasi.

Después de seis kilómetros de marcha amanecía a orillas del lago y en esas aguas, en las que algunos pescadores probaban el pique, se reflejaban las montañas.

Al comienzo de la represa, llama la atención del forastero la vista del pueblo La Florida, ubicado debajo del paredón. Ahí se encuentran un grupo de casas, la iglesia y la plaza. con el fondo de hormigón del dique. Es una sensación extraña saber que el inmenso espejo de agua de 652 hectáreas está por encima de esa urbanización.

La curiosidad llevó a transitar las calles, aún en sombras, cuando la campana de la iglesia convocaba a los fieles.

La conjunción de las campanadas, la penumbra, el frío y la visión del muro de hormigón, no invitaban a permanecer mucho en el lugar.

A través de una subida “mata piernas”, retomamos el nivel de la ruta 39 por encima del dique y después de cruzar varios vertederos, abordamos el paisaje serrano.

A medida que subíamos, el viento era más intenso. Era tan fuerte que, por momentos, no se podía avanzar. Tiempo y esfuerzo para llegar a la Pampa del Tamboreo, en el kilómetro 15, y al paraje La Angostura, donde tras atravesar una tranquera se pueden visitar aleros con pinturas rupestres.

Después de 30 kilómetros surge un desvío bien señalizado que conduce por un camino de tierra a Paso del Rey.

Una bandera tensada por el viento, un bosque de árboles pelados y cinco o seis casas son todo lo que hay. Profundo silencio.

Entre tipas, acacias y paraísos aparecen las ruinas de la iglesia Nuestra Señora del Rosario del Trono, de 1690.

Se trata de una pequeña construcción de una nave, sacristía y torre, de muros de adobe de un metro de espesor, dinteles de algarrobo y, según cuentan, techo de paja. Lamentablemente, todo el edificio se encuentra en riesgo por falta de mantenimiento.

Nadie salió de las viviendas, parecía un pueblo abandonado; el único indicio de que hay habitantes lo daban algunas gallinas sueltas.

Al seguir la calle principal hasta que se transforma en una huella, limitada por una prolija pirca y un canal de enormes acacias, aparece un hermoso paisaje protegido del viento.

Después de vadear el río se suceden tremendas subidas a lo largo de 18 kilómetros, dificultosas hasta para hacerlas a pie.

A medida que se avanza aparecen formaciones y cerros, verdaderos conos de roca producto de la actividad volcánica.

Sobre la margen izquierda de la ruta emerge una cúpula gigante de piedra, es el cerro Sololosta de 1.795 metros que resalta en la llanura. La erosión conformó en su base galerías que fueron utilizadas por los indígenas para plasmar su arte en los muros. Hoy numerosas aves anidan en ellas.

Cerro Inti Huasi. La aparición del cerro Inti Huasi extrae fuerzas ocultas en el cuerpo del ciclista: son 700 metros de desnivel en los 45 kilómetros que hay entre El Trapiche y la meta.

Se retomó el asfalto para llegar a la base, donde se encuentra un bar y un centro de interpretación y, a pocos metros, un emprendimiento gastronómico privado.

Este sector fue habitado por el hombre hace 8.000 años y diversas investigaciones arqueológicas revelaron que pertenecieron a las culturas aborígenes ayampitin y comechingona, entre otras.

La entrada al sitio arqueológico es gratuita y desde la distancia se observa una cavidad oscura, en un enorme faldón rocoso, que a medida que se aproxima a la caverna toma su verdadera dimensión.

En el interior se circula por pasarelas metálicas que en realidad ofrecen un recorrido en el tiempo. Abarca desde las ocupaciones más jóvenes, ubicadas en el ingreso, hasta las más antiguas, al final.

El material obtenido de las excavaciones se exhibe acompañado de textos informativos.

Las pictografías se borraron por la presencia de musgos y helechos, que cubrieron las paredes mas profundas.

Hacia la meta. El recorrido de dos kilómetros hasta la ruta provincial 10 atrapa con las formas y colores de los cerros y las coladas de lava volcánica. Sólo unas pocas casas con chimeneas humeantes demuestran que están habitadas.

En el cruce de rutas se debe tomar rumbo oeste y de nuevo se encuentran importantes subidas, interrumpidas por tres vados a lo largo de los 18 kilómetros.

Los cursos de agua se mostraban con hielo y nieve y sobre la ruta los vehículos partían la escarcha.

A poco de doblar por ruta 10 se muestra el cerro Pelado. Se trata de un hito solitario sobre la mano derecha y en el kilómetro 6 aparece el desvío hacia Cañada Honda, sitio arqueológico con pinturas rupestres en aleros y cuevas. Ya a la altura del kilómetro 16 retomamos la ruta 9 con dirección sur para volver al pueblo minero La Carolina. Así, completamos el circuito que demandó 120 kilómetros de recorrido.

Lo que hay que saber

Recorrido total: 120 kilómetros.

Distancia desde Córdoba: (por camino de las Altas Cumbres)   374 kilómetros, y por la ciudad de Río Cuarto 500 kilómetros.

Alojamiento. En La Carolina, Albergue Municipal de Montaña Rincón del Oro; hosterías La Posta del Caminante y Tomolasta, y cabañas.

En El Trapiche hay hosterías, hospedajes, cabañas y camping.

Informes: rebord.gustavo@gmail.com