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El Chaltén: el delicado encanto del esfuerzo

El Chaltén (Foto: Cecilia Mansilla)
El Chaltén (Foto: Cecilia Mansilla)

La villa andina, autodenominada capital nacional del trekking, nació como pueblo de frontera con más gendarmes que civiles. No había un solo turista. Muchos menos un amante de las caminatas. Hasta que todo cambió.

No hay registro audiovisual, un video de mala calidad al menos, del momento de su fundación. ¿Qué ciudad, qué pueblo, conserva tal objeto? Ninguna, lo sabemos. Pero de El Chaltén podríamos tener una breve película de aquel 12 de octubre de 1985, momento en que el gobernador de Santa Cruz Arturo Puriccelli, el primero desde el retorno de la democracia, iza por primera vez la bandera argentina ante un puñado de personas en este remoto lugar. No hay ciudad ni pueblo que tenga en su biblioteca un VHS del día de su fundación. El Chalten no tiene VHS, pero sí álbum de fotos. Todo estuvo programado y planificado como nunca antes en la Argentina. La fundación de El Chaltén, la localidad de la cual hablan en el mundo, fue ley en septiembre del mismo 1985, aprobada por la legislatura santacruceña. Dos meses después, y pese al rechazo de algunos hombres de poder, un moderno conquistador clavaba bandera en el rincón de la Cordillera de los Andes.

¿Supieron, entonces, los fundadores modernos, aquel octubre helado y algo ventoso de 1985, del boom mundial que sería años después El Chaltén? Definitivamente no. Porque el objetivo de su fundación no fue turístico ni deportivo: fue estrictamente geopolítico. Montado artesanalmente sobre la ladera Este de los Andes, El Chaltén, en el sudoeste santacruceño, fue pensado como enclave nacional en la eterna disputa de límites con Chile. La villa andina, autodenominada capital nacional del trekking, nació como pueblo de frontera con más gendarmes que civiles. No había un solo turista. Muchos menos un amante de las caminatas. Hasta que todo cambió.

La pregunta es: ¿cuándo fue ese cambio que hizo mutar al pueblo de frontera en destino turístico internacional? ¿En qué momento, alguien, algunos, comenzaron a demarcar los innumerables circuitos de trekking que se abren a sus cuatro costados? En este caso no hay 12 de octubre ni fecha precisa. Fue un proceso gradual y quizás no tan planificado: riqueza natural de fama mundial, lagunas congeladas en sórdidas alturas, cerros tan inconquistables como pétreos, huemules furtivos y sus ornamentas y lo más importante, lo que ha destacado de manera única para haber logrado lo que es hoy El Chaltén: que el camino sea más seductor que el propio destino

Los circuitos

Es deber impostergable saber lo siguiente: El Chaltén no ofrece más que salir a caminar. Es cierto: hay bares con happy hour durante toda la tarde, hay restaurantes con cordero a la llama que te envuelve, hay hostels y hoteles cálidos, cabañas y casas de alquiler, todos con calefacción central y losa radiante. Pero todo eso es premio posterior y de tardecita para aquel que hizo lo que se va a hacer a El Chaltén: caminar.

Hay circuitos de corta extensión y sin mayor dificultad, para lo que se precisan tan sólo un buen par de zapatillas seguras y antideslizantes y un buen abrigo que corte la brisa andina. En cambio, cuanto más se desee conocer, mayor será la extensión del trayecto, el esfuerzo de sus piernas, los cuidados y resguardos a tener en cuenta y, finalmente, duplicado también será el placer.

Simple es llegar a los miradores de Los Cóndores (1km) y de Las Águilas (2km). El chorrillo del salto también es accesible (3km). Si se dispone de más tiempo y piernas en buen estado, la primera salida obligatoria es a la Laguna Torre. Un sendero montañoso entre lengas y arroyos de deshielo, miradores y cascadas que bajan desde la altura helada. Unos 9 kilómetros a destino: la laguna que, de acuerdo a la época del año, puede estar completamente congelada, al pie de uno de los tantos glaciares que se forman en esta Patagonia. Para los más ligeros, medio día de trekking será suficiente. Si no hay apuro, el recorrido ida y vuelta insume entre 7 u 8 horas. La dificultad es baja, pero hay tramos en donde es preciso ajustar la pisada, estar atentos y no sufrir la dolencia ni de rodillas ni de tobillos. Que el esfuerzo se disfrute y no se sufra es la bandera.

Poco antes de llegar hay campamento y en todo el recorrido el mismo frescor que apacigua la tracción a sangre. Tracción que reivindica el histórico e irremplazable método de descubrimiento de la humanidad: la patria se hizo a pie. Y sus secretos se descubrieron de igual modo.

Tras esta experiencia se puede optar por un segundo nivel de dificultad. La Loma del Pliegue Tumbado, unos 12 kilómetros de sendero hasta destino con importante ascenso, nieves eternas, bosques que aparecen y desaparecen de la nada, carteles anunciando no sólo la presencia de huemules, sino también de vacas salvajes (sí, vacas salvajes a las que es mejor escaparle) y pájaros carpinteros gigantes. No es exageración: doble tamaño del carpintero real que habita Córdoba, con una fuerza en pico como taladro con percutor incluido. Al final del camino, tras remontar lomas desprovistas de vegetación y nieves que siempre están, la vista más destacada de El Chaltén: un panorama de 180 grados para ver, desde el mismo sitio privilegiado, lagunas, senderos, cerros y el Fitz Roy, dueño y señor de todo este reino. No importa la temporada del año: es probable que en la Loma del Pliegue Tumbado la nieve caiga como estrella fugaz, de modo inesperado. Llevar abrigo. Y el corazón dispuesto.

Los senderos posibles suman más de una decena. Los hay menos y más complejos. Todo es variable y amplio. Pero sobre lo que no hay discusión es que la visita a El Chaltén será real y efectiva cuando el visitante haya concretado el camino hacia la Laguna de los Tres y el cerro Fitz Roy. El sendero comienza con un ascenso pronunciado y paredes de roca donde habita el alpinismo. Serán poco más de 10 kilómetros en los que se bordean las paradisíacas playas de la laguna Capri (caribe al Sur sin más), meseta patagónica que muta sorpresivamente en bosque laberíntico que cuelga de cerros cordilleranos y la gran demanda final, el esfuerzo último para ser digno campeón del mundo: el último kilómetro supone una trepada que va de 0 a 400 metros de altura en un sendero demarcado por el cauce de las aguas de deshielo. Piedra y nieve en un serpenteo que puede obligar, por tramos, a usar las manos para que el ascenso sea posible. Este último kilómetro en altura insume, según los carteles indicadores, una hora de la travesía, cuando el promedio indica que a buen paso cada kilómetro se hace en 25 minutos. Es obligatorio el calzado adecuado y un estado físico garantizado. Todo es necesario para el premio final.

La Laguna de los Tres, la Laguna Sucia y el cerro Fitz Roy componen la escena panorámica que al esforzado caminante, le hace decir, una vez cumplido el trayecto: estoy en una película.

El Chalten
El Chalten

No hay que ser baqueano

Cada uno de los circuitos se inician en el mismo pueblo. Están señalizados y los senderos estrictamente demarcados. No es preciso ser adivino ni baqueano: se sabe por dónde ir y por dónde volver (cuánto tiene para aprender Córdoba de esto). En la mayoría de ellos, cada un kilómetro hay carteles indicadores de cuánto se ha transitado y cuánto resta para llegar a destino. Hay campamentos agrestes y notablemente organizados. Y hay, al cierre del día, una satisfacción realmente extraña, que bordea la fascinación desconcertante de los universos paralelos: pueden doler las pantorrillas, tirar los cuádriceps y molestar algún movimiento de cintura y a la vez, sentir, en la intimidad, el delicado encanto del esfuerzo.

Cómo llegar

A El Chaltén sólo se llega por vía terrestre. El modo acostumbrado y más elegido es vuelo hacia El Calafate y tras la visita obligada al Perito Moreno, desandar los 213 km en colectivos de línea, en horarios regulares (desde la mañana hasta las 18 horas) y con pasajes que ascienden a 25 mil pesos por tramo. Salen desde la terminal de El Calafate, pero si se calculan bien los horarios es posible tomarlo en el propio aeropuerto, donde hay parada obligada (y de paso ahorrarse el valor del transfer o taxi hacia el pueblo).

Una segunda alternativa es alquilar un auto, sabiendo que solo servirá para llegar a destino, ya que en El Chalten (casi) todo lo que hay para hacer, se hace a pie. Una tercera alternativa para visitantes que sólo buscan pasar el día es a través de un taxi desde El Calafate, con valores que van de los $90 mil a los $150 mil, en función de la cantidad de pasajeros y el tiempo que el chofer deba esperar (a pedido del cliente).