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El Chaltén: camino a la montaña que fuma

A 400 metros sobre el nivel del mar, en la confluencia de los ríos de las Vueltas y el Fitz Roy, se encuentra El Chaltén.

A  400 metros sobre el nivel del mar, en la confluencia de los ríos de las Vueltas y el Fitz Roy, se encuentra El Chaltén. Si de íconos hablamos, es uno de los pueblos más jóvenes de nuestro país. Fundado en 1985, surgió como acto de declaración soberana. A raíz de los conflictos limítrofes con nuestros hermanos chilenos por el lago de los Desiertos, cuya soberanía estaba en disputa, este encantador pueblito de montaña nace por la cesión de 135 hectáreas del Parque Nacional Los Glaciares.

Y su juventud no es sólo cronológica sino también geológica, la naturaleza le dio sus últimas pinceladas hace alrededor de 10 milenios, cuando las grandes masas de hielo se retiraron hasta su actual ubicación. Enclavado en un valle glaciario y custodiado por sus centinelas, los cerros Fitz Roy y Torre, El Chaltén es hoy la capital nacional del trekking. Su juventud geológica se relaciona con la preservación del ambiente original de la comarca.

Gracias a las campañas de concientización llevadas a cabo por el Parque Nacional Los Glaciares, muchos recorridos que el turista puede tomar parecen testimoniar la voluntad de nuestra madre naturaleza sin intervención humana. Pocos son los lugares que ostentan dicho privilegio y es quizás la razón por la cual miles de turistas la eligen para satisfacer la sed de aire prístino.

“Mucha agua y vestimenta a imitación de las cebollas, muchas capas” advierte Leo, el guía cordobés que hastiado del índice Merval cambió cubículo alfombrado por bosque de lengas. La caminata no es de las más exigentes pero aún no llegamos a destino y ya me tomé toda el agua que llevaba. Por suerte, en el camino que divide al Chaltén de la laguna Torre salimos al encuentro de vertientes de agua glaciar.

“Pureza de los Andes”resuena el eslogan mientras cargo mi botellita que espero alcance hasta volver a dar con otra vertiente. Atravesamos estepa patagónica, bosque patagónico y paisaje compuesto por piedras de los más hermosos colores y tamaños o, como lo bauticé en mi libreta de notas, “paisaje lunar”.

Lenga, ñire, notro, calafate, neneo, topa topa, paramela, valeriana son sólo algunas de las especies de flora que cruzamos. El mejor extracto de zorrino patagónico nos anuncia que a pocos metros de nosotros un primo de Pepe le Pew, el zorrillo enamorado (de la serie Looney Tunes), se esconde.

Cachañas o loros australes celebran la llegada de los brotes nuevos y seis cóndores parecen flotar en el aire. El destino justifica el andar durante 4 horas: la imponencia de la laguna Torre que abraza el cerro homónimo, el Cordón Adela, el Glaciar Grande y el Glaciar Torre y, entre la -casi siempre presente- corona de nubes, el Fitz Roy. Justamente El Chaltén recibe su nombre gracias a las nubes que lo enmarcan que asemejan la chimenea humeante de un volcán. De ahí “montaña que fuma” o Chaltén en tehuelche.

Las caminatas son muchas y variadas, según la distancia y desnivel a recorrer, la duración y el siempre cambiante clima patagónico. Entre los recorridos de medio día se puede visitar el Chorrillo del Salto. Se trata de una caída de agua de 20 metros de altura a la que se llega tras atravesar un bosque de ñires. Otra de las opciones de caminatas de medio día, de entre dos y cuatro horas, es al Mirador de los Cóndores, desde donde se obtiene una panorámica del pueblo, el Fitz Roy y el cerro Torre; al Mirador cerro Torre; y a la laguna Capri. Entre las caminatas de día completo, de entre 6 y 8 horas, encontramos la que alcanza a la laguna Torre, la que va hasta el río Blanco, a Piedra del

Fraile o al Pliegue Tumbado. Desde cualquiera de ellas siempre están presentes los protagonistas de los cielos en estas latitudes: el cerro Torre de 3.128 metros sobre el nivel del mar y el Fitz Roy, de 3.405 metros sobre el nivel del mar.

Otra opción es caminar sobre el glaciar Viedma o el glaciar Torre o, para quienes no somos muy avezados en actividades de mucha exigencia física, conformarse con navegar las márgenes del segundo glaciar más grande, el Viedma. Para los amantes del safari fotográfico, se navega entre bloques de hielo de colores a los que aspiran, con seguridad, los fabricantes de pasta dental. También se puede navegar desde la punta sur a la punta norte del lago del Desierto y una vez allí caminar hasta el mirador Centinela.

Kayak, cabalgatas, mountain bike, son otras de las opciones en el Fitz Roy Adventure Camp, situado a orillas de la laguna Cóndor.