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De excursión en excursión por las Cataratas del Iguazú

Paseos en lancha debajo de saltos de agua, un parque con aves autóctonas o un recorrido por rincones jesuíticos son algunas propuestas que completan el viaje a una de las siete maravillas naturales del mundo.

La experiencia de conocer las Cataratas del Iguazú comienza por las atracciones que aparecen en el camino: 50 kilómetros antes de llegar a Puerto de Iguazú, las Minas de Wanda son una de las elecciones preferidas por los viajeros. Esta minera, que se pronuncia “Vanda” –nombre de una princesa polaca a quien le gustaban las gemas– es el escenario ideal para recargarse de buenas energías. Tal es así la creencia, que los visitantes posan una mano sobre los cristales y apuntan la otra hacia el sol para obtener la fuerza que transmiten las piedras semipreciosas. Las cuevas, a lo lejos, dejan entrever cuarzos, ágatas y topacios, además de las reconocidas amatistas violáceas que han hecho famoso a este pequeño paraje misionero.

DATOS ÚTILES. Información útil para una escapada a las Cataratas del Iguazú.

Una vez en destino, recorrer las Cataratas argentinas es toda una travesía a través de diversos circuitos por pasarelas planas. Para llegar a ellos, un tren ecológico es el encargado de dejar a los visitantes en cada estación. La primera es La Garganta del Diablo, con una de las vistas más imponentes, y donde se camina un kilómetro hasta llegar al salto Unión. De regreso en el mismo tren, en el que se puede entablar conversación con extranjeros curiosos por las costumbres argentinas, llega la hora de detenerse en el circuito superior, para asombrarse desde arriba. Para los que no quieren dejar pasar ninguna perspectiva, el circuito inferior por escaleras equivale a sentirse por debajo de ellas.

Al atardecer, la visita a La Aripuca no deja indiferente a ningún turista. Esta inmensa estructura que se asemeja a una antigua trampa guaraní, con más de quinientas toneladas de troncos centenarios recuperados, está ideada para generar conciencia ecológica. Entrar allí es meterse en un microclima en el que la madera es protagonista.

Chapuzones y aves autóctonas

Si algo no debe faltar en la lista al conocer las Cataratas del lado brasilero, en Foz de Iguazú, es la experiencia de “bautizarse” debajo de uno de sus saltos de agua. En ese punto, el itinerario Macuco Safari consta de tres partes: subirse a un carrito eléctrico acompañado de un guía que habla sobre la fauna y flora del lugar a través de tres kilómetros dentro de la selva; pasar a un jeep 4x4 hasta un mirador; y luego descender hacia el río. Cuando todos los pasajeros están listos con sus chalecos salvavidas, una lancha semirrígida se dirige hasta el salto de Los Tres Mosqueteros: todos vuelven enteramente empapados y con una gran dosis de adrenalina. Que no intimide su espíritu aventurero: este plan incluye a todos los integrantes de la familia, hasta los más pequeños.

El día se torna del todo increíble al visitar el Parque de las Aves. Este enorme vivero, con más de 900 pájaros tropicales y otros animales, permite convivir con distintas especies. Se encuentran mariposas que simulan tener el número 88 en sus alas –una de las especies más extrañas del mundo–, iguanas que pasean por el lado de los turistas, guacamayos que reposan bajo la sombra y tucanes comiendo con sus largos picos naranjas a los pies de la gente.

Un pie sobre la historia

Emprendiendo el regreso a casa, resta conocer las Ruinas Jesuíticas de San Ignacio Miní. Como Patrimonio de la Humanidad, es una de las reducciones mejor conservadas, que albergó hasta 4.500 guaraníes para evangelizarlos. La fachada de la iglesia, junto con las estructuras de las casas de los aborígenes, el cementerio y el claustro, están repletos de historias y son parada obligatoria a la hora de pasar por la localidad de San Ignacio, junto con el museo donde se exhiben elementos rescatados de las principales misiones jesuíticas.