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Culturas aborígenes y buscadores de oro

El circuito por las sierras puntanas recorre paisajes de pampas de altura y con vientos permanentes, entre cerros cónicos y cuevas.
El circuito por las sierras puntanas recorre paisajes de pampas de altura y con vientos permanentes, entre cerros cónicos y cuevas.

Un recorrido en bicicleta por las sierras puntanas que se extienden en el área central de la vecina provincia de San Luis. Paisajes de escasa vegetación, pampas de altura, ríos, lagos, grutas, pictografías, pequeños poblados y viejos yacimientos auríferos abandonados.

Las sierras puntanas son un antiguo cordón montañoso con huellas de actividad volcánica, que generó una fractura sobre la cual se alinean cerros como el Tomolasta, Sololosta e Inti Huasi, que sobresalen cónicos y macizos en el horizonte. Esos movimientos geológicos hicieron surgir, desde el corazón de la tierra, oro, plata, wolframio y tungsteno, entre otros minerales, que desde el siglo XVI fueron explotados y generaron ocupación territorial.

El circuito es muy heterogéneo en cuanto a paisajes, con escasa vegetación y lugares a visitar: sierras y pampas de altura; ríos, represas y lagos; pequeños poblados; construcciones coloniales; grutas y pictografías, y la infraestructura de viejos yacimientos auríferos abandonada.

Esta diversidad ubica a la zona como un destino turístico para cualquier momento del año, que permite desarrollar actividades propias de días de calor y de los más fríos.

La ruta se caracteriza por constantes diferencias de nivel, que sigue el subibaja de la cinta asfáltica (en perfecto estado), con variaciones entre los 1.000 y 1.600 metros sobre el nivel del mar.

En total el recorrido es de algo más de 120 kilómetros, de los cuales 18 son de camino consolidado. Para el circuito de cicloturismo se tomó al pueblo La Carolina como punto de partida y regreso, al que se arribó desde el este, por ruta provincial 9.

La Carolina. Todo parece una escenografía que traslada en el tiempo, como el galpón de la vieja minera construido en piedra y las estructuras abandonadas.

El vado del río Amarillo, al igual que el embalse, estaban totalmente congelados por el efecto de la ola polar. Tanto era el frío que ni siquiera los perros salían a despedir a los ciclistas.

Ese tramo obliga a trepar fuerte en las primeras pedaleadas, para acceder a un mirador y dejar atrás el pueblo. El rumbo fue sur hacia la localidad de Trapiche, distante 43 kilómetros.

Las vistas desde la altura son distantes y en el horizonte se dibujan con tonos azulados los cerros de mayor altura.

En ese paneo, el cerro Tomolasta, centro de la actividad minera –tiene más de 100 túneles y las respectivas chimeneas–, se destaca por las antenas de comunicación en su cumbre.

Entre tanto paisaje de rocas, el río Grande acompaña y deja ver sus riberas de arena llenas de esperanza y los mimbres, ahora sólo ramas, que prometen sombra para el verano. Al borde del camino los plumerillos de las cortaderas se sacuden con el constante viento.

En el kilómetro 17 aparece un cartel que anuncia el comienzo del valle de Pancanta, con una topografía más abierta que el tramo anterior.

Algunos sembradíos de papa, ganado que pasta y casitas de piedra con techo de paja, logran una pintoresca diferencia.

Antes de cruzar el puente del río Grande, hacia la derecha la cartelería indica el acceso a la hostería La Verbena, donde se organizan actividades de montaña.

El paisaje es una permanente distracción y en el kilómetro 27 un caserío indica que se llegó a Los Tapiales, donde dicen nació el coronel Juan Pascual Pringles, gobernador de esa provincia y luego militar de la Independencia.

Desde lo alto se divisa la ciudad de Trapiche y para ingresar es necesario bajar por unos caracoles. Hacia el oeste se ve el murallón de la represa Esteban Agüero, que conduce a la bicicletería de don Gaetano, donde se divide el camino.

El tramo del alto lleva a la ciudad de San Luis por la ruta 9 y el camino del bajo se convierte en costanera que sigue al río Trapiche al cruzar la ciudad.

El Trapiche. El Trapiche es una villa turística, cuyos orígenes se remontan a 1792 cuando se buscó un río caudaloso para ubicar el trapiche destinado a la molienda del mineral que se extraía en La Carolina.

Con el transcurrir del tiempo se transformó en villa turística, con múltiples opciones para el turista.

La particularidad del lugar es la disponibilidad de cursos y espejos de agua. El río Trapiche es muy accesible desde cualquier punto y el Grande, a poco más de dos kilómetros, ofrece el espectacular balneario Siete Cajones.

En la zona hay dos diques: el Esteban Agüero, que embalsa las aguas del arroyo Los Manantiales y del río Grande, y La Florida, que forma un gran lago. Ese es el origen del río Quinto, en cuyas márgenes se encuentra la Reserva Floro Faunística.

Después de los kilómetros recorridos se hace necesario el descanso y las posibilidades son múltiples. En materia de oferta de alojamiento predominan las hosterías, cabañas y camping.

Nos decidimos por unas cabañas a la salida del pueblo, que por el este muestra el lago y por el oeste, las sierras que ofrecen el espectáculo de la caída del sol.

Características del circuito

El circuito de las Sierra Puntanas permite recorrer las sierras altas y cambiar de nivel entre los 1.600 y los mil metros sobre el nivel del mar.

El paisaje presenta pampas de altura con pequeños sembradíos y vientos permanentes en ese universo, que las fracturas geológicas dibujaron imponentes cerros cónicos y cuevas.

Se puede seguir el curso de la presencia del hombre a lo largo de miles de años, a través de demostraciones culturales y actividades productivas. En las últimas grandes intervenciones se destacan las represas.

Este circuito posee variados servicios en El Trapiche y La Carolina, las dos principales localidades.