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Cómo reconocer una crisis

¿Liberalismo o interven­cionismo? Debates sobre el rol del Estado en la economía argentina. 1870-1935 (Sudamericana 2010) invita a reflexionar sobre las crisis. Rogelio Demarchi.

Una crisis económica, en su expresión más cruel, se reduce a que falta plata para cubrir gastos. Vale para una crisis individual, familiar o estatal (donde da lo mismo municipio, provincia o nación). En términos de país, los motivos que la desencadenan pueden ser múltiples, propios o ajenos, pero ante la necesidad de cubrir el faltante las opciones son escasas. ¿Achicar el gasto o aumentar los ingresos? Y para aumentar los ingresos, ¿se suben los impuestos existentes, se crean nuevos, o se pide un crédito?

Este esquema es (digamos) universal y no se modifica históricamente. Por eso, como demuestra Jimena Caravaca en ¿Liberalismo o intervencionismo? Debates sobre el rol del Estado en la economía argentina. 1870-1935 (Sudamericana, 2011), toda crisis es un "momento revelador en el que se ponen en evidencia una serie de tensiones y limitaciones que encuentran en esa coyuntura un espacio para las soluciones que antes no tenían cabida". Por eso se las estudia y compara.

En 1875, cayeron los precios internacionales de las materias primas que vendía Argentina. Para compensar que entrara menos dinero, se discutió un paquete de medidas proteccionistas para la incipiente industria; en cierto modo, impli­caba trabar el ingreso de cosas importadas, de modo que saliera menos dinero del país. Lideró las discusiones parlamentarias Carlos Pellegrini, que, 15 años después, cuando se produjo la pri­mera gran crisis nacional, se convirtió en presidente por la renuncia de Juárez Celman, en medio de la Revolución del Parque. Para salvar el colapso, se crearon los impuestos internos (lejano antecedente del impuesto al valor agregado), se repusieron los impuestos a la exportación (ahora, retenciones) y se recortaron sueldos y jubilaciones. No faltó quien pidiera reducir la cantidad de empleados públicos.

La Primera Guerra Mundial, dice Caravaca, "fue a la vez problema y solución: la Argentina siguió exportando –y cada vez más– su producción rural sin inconvenientes, lo que sumado a las dificultades para importar dio por resultado un considerable superávit comercial". Por eso mismo, resultaba muy difícil proponerle al país otro destino que ser el granero del mundo. Algunas fuerzas políticas impulsaron un impuesto a la renta (a las ganancias), que finalmente no se aplicó; el argumento disuasorio sigue vigente: un nuevo impuesto frenará la inversión.

La gran crisis internacional de 1930 permitió poner en vigencia el impuesto a la renta, pero acompañado de un recorte de gastos públicos y medidas de control de cambios. Por el contrario, desde un periódico londinense, un joven economista llamado John M. Keynes, le recomendaba a Argentina, integrante de los países centrales de la época, "incentivar la demanda, para que el aumento del consumo reiniciara el movimiento económico".

¿Qué reflexiones nos dejan estas crisis? Que no hay nada nuevo bajo el sol. Que hay recetas antiquísimas que sobreviven. Que siempre se discute hasta dónde debe entrometerse el Estado en el rumbo de la economía. Que cada uno de los sectores en pugna tiene sus voceros. Que cada sector intenta descargar el costo de la crisis en los demás. Que la posi­bilidad para encontrar una nueva alternativa existe, aunque es muy reducida.

No será mucho, pero ilustra lo que ya estamos viviendo.