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Cómo la histórica bajante del Paraná cambió los planes turísticos

El río Paraná volvió a mostrar vestigios del antiguo Puerto Nuevo de Paraná, un punto de transporte de mercaderías y pasajeros inaugurado el 6 de mayo de 1907, producto de la bajante con niveles históricos sin registro en los últimos 70 años y que se acerca a su peor momento.

El agua –o mejor dicho, su escasez– también dejó a la vista raigones peligrosos para embarcaciones, viejos sectores de la costanera e islas; y generó cambios en la economía, el turismo y la cotidianidad de la capital de Entre Ríos, invitando a reflexionar sobre el cuidado del medio ambiente y remarcando la conexión entre la ciudad y ese curso fluvial.

El río Paraná continuó creciendo la última semana producto de leves lluvias en su cuenca media y estos días su altura alcanza los 4 centímetros, pero llegó a estar –10 centímetros (por debajo del nivel del mar) y sigue lejos de su altura normal y su nivel de aguas bajas (2,30 metros) en esa ciudad.

Dejó al descubierto la manta que cubre al túnel Subfluvial, entre 12 y 18 metros más abajo aún.

Desde el Ente del Túnel y la Prefectura Naval Argentina (PNA) recomendaron no caminar sobre la manta de hormigón de unos 900 metros, y evitar acercarse ya que "es una zona peligrosa donde hay que tener precaución".

Prefectura emitió tamién un alerta para todos los navegantes, clubes náuticos y embarcaciones, y se limitó la zona de circulación con sectores con boyas y advertencias.

También recomiendan no navegar en arroyos como el llamado "Las conchillas", frente a Isla Bonita, ya que "al estar tan bajo es muy peligroso, se junta basura en los árboles, raíces y raigones y pueden trabar y romper la embarcación", indicó la PNA.

Dentro del ejido de la ciudad de Paraná, pero alejándose del centro y parque hacia el norte, se colocaron mallas debajo de las torres de alta tensión ubicadas a la vera del río, para controlar los desmoronamientos que se ocurrieron por la bajante.

El sector turístico se vio afectado. Por empezar, la poca altura del río no permite desarrollar la pesca deportiva, el atractivo principal de ciudades como Santa Elena, Diamante o La Paz, y que activa económicamente a guías de pesca, hoteles, cabañas, locales gastronómicos y comerciales.

Algunos clubes paranaenses lograron beneficiarse con la utilizaron de los nuevos espacios de la costa para instalar y extender sus playas con sombrillas y reposeras; y trabajaron terrenos en las islas como puntos de recreación y turísticos.

Cerca del mediodía, el tránsito de vehículos y de personas por la costanera de la ciudad continúa con normalidad con el color característico del río Paraná en parte del paisaje, pero desde el agua se observa el contraste en los postes de los muelles entre un río normal y el actual, que refuerzan su baja altura.

La tranquilidad que transmite la conjunción del río, los árboles y el sol se potenció con la bajante: no solo bajó considerablemente la cantidad de pescadores y botes que circulan por el agua, sino que también se logran avistar animales como carpinchos, yacarés y otras especies que salen de las islas ante el poco movimiento.

También toman luz los cambios en la morfología y el ecosistema natural de las islas y la costa producto del cambio climático, que se podrán revertir con nuevas crecientes aunque otros seguramente dejarán secuelas.

En ese sentido, desde el Ministerio de Producción, Turismo y Desarrollo Económico llamaron a "trabajar en el control de desmontes, conservación de los suelos, y políticas públicas que generen un cambio positivo en la huella de carbono y para mitigar efectos ambientales adversos del cambio climático".