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Catamarca, un mimo a la retina

En el altiplano catamarqueño se esconde una de las porciones más vírgenes del país. El Campo de piedra pómez es un paisaje lunar extenso, de formas caprichosas.

Pujantes, brotan las voces de Los Chalchaleros en el dial de alguna FM mientras me alejo de una provincia que no deja de sorprender con la inmensidad y belleza de sus paisajes. Esta vez, la visita fue puntual, precisa. Era una deuda pendiente, como un café con alguien que la vida pone en distancia.

Llegué a la localidad de El Peñón para luego mirar de frente al fotogénico, en todos sus perfiles, Campo de piedra pómez, una maravilla natural desolada en la Puna catamarqueña. Una extensión de 25 kilómetros de largo con más de cinco mil formaciones rocosas que brotan cual copos de merengue entre un mar de médanos blancos y las siluetas de los volcanes.

En el asentamiento, de aproximadamente 400 habitantes, las filas de los álamos se recortan del pedregullo gris. La hostería El Peñón es el punto de anclaje para degustar algo, descansar y al otro día partir en excursión, tomando el desvío desde la ruta 43 por una huella apenas visible, donde un cartel indica que el Sahara del altiplano se encuentra a unos 20 kilómetros.

DATOS. Información útil para una escapada a Catamarca.

Fusión de colores

Frente a los ojos, los bloques de piedra de hasta 50 metros de altura se suceden como edificios hasta perderse en el horizonte, conformando una escena de ciencia ficción. La sensación de irrealidad se vuelve real. La camioneta avanza como volando a través de un cañón de arena y el nítido color azul del día contrasta con los portes petrificados.

En este punto geográfico, el paso de los años, la lluvia y el inclemente viento que desciende de los Andes supo pintar un cuadro surrealista. Lo bueno es que la combinación de estos factores ofició de un símil compost para esta tierra.

El clima es riguroso, seco. En los alrededores aparecen salares como el del Hombre Muerto y el de Antofalla. Más de 200 volcanes, entre ellos el Galán (el más grande), caracterizan al departamento de Antofagasta de la Sierra. Su actividad, comparable a una detonación nuclear, supo darle origen a esta joya inhóspita que, según la hora del día, ofrece panorámicas con diferentes tonalidades, producto de la gama del cielo, la luz del sol y las sombras que proyectan los gigantes porosos.

Bajo protección

La postal, entre sórdida y fastuosa, se resguarda en medio de cerros colorados y negros moldeados, con formas caprichosas. El campo blancuzco es un mar de olas endurecidas, un paisaje lunar que invita a la introspección.

No hay mucho para decir, pero sí mucho que apreciar y pensar. Al ser un Área Natural Protegida desde octubre de 2012, “Catamarca resguarda y garantiza en términos ambientales el uso de sus propios recursos naturales. Y promueve el control efectivo del turismo no regulado que visita la región, así como también el desarrollo de estudios científicos e investigaciones académicas”, apunta el guía.

Ahora, estoy en Córdoba escribiendo estas líneas, y entiendo que aquellas voces que salían de la radio eran una especie de premonición, porque la visita, el encuentro con esa belleza inapelable siempre invita a recordarla.