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Buenos Aires entre vermús, gin tirado, sifones de soda y un patio gastronómico único

El Preferido de Palermo, como un viejo bodegón. Foto: Daniel Santos
El Preferido de Palermo, como un viejo bodegón. Foto: Daniel Santos

Un recorrido por cinco propuestas gastronómicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que ya no se circunscribe a los barrios tradicionales.

La gastronomía es, desde hace más de una década, un atractivo turístico que se explota en las principales capitales del mundo.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tradicional por sus parrillas emblemáticas, sus pizzas únicas o su buena cafetería, ha desarrollado una gastronomía variada en diversos polos de la ciudad, que se amplían a la par del desarrollo de sus barrios con sus características únicas.

Hacer turismo en Caba implica guardarse el tiempo suficiente para recorrer sus bares y restaurantes, donde es posible ir a lo seguro o probar lo nuevo, que es mucho aún en este contexto de pandemia que durante meses puso en jaque a la actividad, pero que encontró modos de reconvertirse.

Por ejemplo, ganar las calles desde la primavera no sólo significó devolverle la capacidad a cada lugar sino sumar color a una vida nocturna única en los cien barrios porteños (que son 49).

¿Dónde ir? Allí está el problema (ojalá nuestros problemas fueran esos): elegir entre tanta oferta puede resultar un dolor de cabeza. Claro que Palermo, Recoleta, el Centro o San Telmo tienen un nombre propio en el rubro, donde se concentra buena parte de las opciones más conocidas, pero aunque elijamos algunos de esos barrios, también podemos movernos un poco por el mapa.

Es que el éxito de algunas zonas ha derramado hacia los barrios vecinos (de Palermo a Villa Crespo, Colegiales o Chacarita), o se definieron proyectos gastronómicos que multiplican la propuesta al infinito.

El Preferido

Podríamos empezar por Palermo e ir a la parrilla Don Julio (Gurruchaga y Guatemala), que en 2020 se quedó con el número 1 de los 50 mejores restaurantes de América latina en un codiciado ranking internacional.

Pero mejor es descubrir la nueva apuesta del mismo dueño, El Preferido de Palermo, un viejo almacén y bodegón reconvertido en 2019 en un restó de categoría que no pierde su impronta vintage, y que pretende rescatar su funcionamiento original.

En una casona centenaria, fue inaugurado en 1952 como despacho de bebidas, en la esquina de Borges y Guatemala.

Invernadero

Está al pie del imponente edificio de la Biblioteca Nacional, en el barrio de la Recoleta (Agüero 2502). Se trata de un restó de gin tonic tirado y artesanal, combinado con variedad de tapas, en un ambiente exquisito y selecto.

El gin y el vermú, en todas sus variedades, rápidamente superaron el boom de la cerveza artesanal (que no se rinde, pero pierde espacio), e Invernadero ha tomado la delantera para convertirse este 2021 en uno de los favoritos.

Parece un refugio entre abundante vegetación, mesas bien distanciadas (por obligación, pero también por su diseño), un diseño que combina rusticidad con calidez y buen gusto.

El gin tirado y artesanal, vale la pena, así como todas sus combinaciones posibles; pero, aunque han desarrollado una buena gastronomía con sus tapas (las mollejas, exquisitas; pero el ceviche es genial), la coctelería es la gran estrella del lugar: Casa Tomada, El Alquimista o El Sur, algunos tragos elegidos.

La Fuerza 

Alrededor del vermú se mueve la gastronomía porteña, que retoma una costumbre que parecía olvidada y que multiplica sus alternativas por doquier. Casi no existe bar o restaurante que no ofrezca alguna alternativa, cuando no ofrece La Fuerza.

A pesar de sus poquísimos años, La Fuerza se convirtió en un fenómeno: es un vermú elaborado con vinos de Mendoza, pero que además tiene un bar en Chacarita que deslumbra (Dorrego 1409) con su simpleza y su calidad.

Esos vinos están fortificados con alcohol que ellos mismos destilan, con hierbas de la cordillera y cortezas, semillas, especias y flores del mundo. Sus productos fueron premiados internacionalmente, su bar tiene un carácter popular que se instaló muy bien en el contexto de una Chacarita en auge, y tienen un almacén que ofrece conservas, quesos, vinos y... vermú, que hasta se puede recargar.

Son cuatro dueños, pero entre las firmas reconocidas del rubro se destaca la de Julián Díaz, creador de Los Galgos o el recordado 878, pionero en el universo de los bares ocultos.

Además de sus tragos, a base de La Fuerza o no, tienen muy buena gastronomía. Simple pero de gran calidad.

Sifón

Tomátelo con soda. Ése es el espíritu de este bodegón adrede simple de Chacarita, sin ninguna pretensión de deslumbrar desde lo estético, pero cuya magia reside justamente en ese encanto desencantado, ligado a lo cotidiano.

El sifón en la mesa, para preparar los tragos, las jarras de metal para compartir el vermú entre amigos, las sillas y mesas de antaño, combinadas con reposeras, buena música y sin estridencias, le dan a esta alternativa barrial un carácter singular.

Este barrio busca, lentamente, separarse del modelo Palermo que derramó sobre toda la zona. De hecho, además de los vecinos lo buscan quienes intentan descubrir algo diferente.

Su gastronomía es sencilla, pero exquisita. Sus empanadas fritas de osobuco son deliciosas, y la provoleta, un manjar.

Patio Gastronómico de Rodrigo Bueno

Este lugar es sorprendente (avenida España 2230). Está ligado a un plan social comunitario del gobierno de Caba en el barrio Rodrigo Bueno, a metros de la escultura de Las Nereidas, de Lola Mora, del ingreso a la Reserva Ecológica y apenitas a un par de cuadras de Puerto Madero.

10 contenedores dentro de un parque gastronómico ofrecen de lo mejor, y a un gran precio. El trabajo con el barrio, que tomó desde sus orígenes al “Potro” cordobés como su emblema, derivó en una apuesta que brinde posibilidades a sus habitantes.

Con mayoría de peruanos, paraguayos o bolivianos, muchos de los que vivían en la Rodrigo Bueno se desempeñaban en las cocinas porteñas. Ahora, algunos lo hacen dentro de este lugar que abrió en 2019: el resultado, probablemente el mejor ceviche de la ciudad se pueda disfrutar allí.

La mejor comida peruana, con sus postres (hay que probar “suspiro limeño” o “tres leches”), parrilla argentina, hamburguesas o pizzas, forman parte de la oferta cada vez más buscada. Además, como forma parte de uno de los recorridos que realizan los buses turísticos, aquel sector casi olvidado hace unas décadas vive años de esplendor.