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Belén, la cuna del telar

Un arte ancestral que se hereda de generación en generación.
Un arte ancestral que se hereda de generación en generación.

Este pueblo ubicado al oeste de la capital, uno de los más antiguos del territorio de la actual provincia de Catamarca, se lo conoce como la cuna del poncho.  

A Belén, un pequeño poblado al oeste de la capital, de los más antiguos del territorio de la actual provincia de Catamarca, se la conoce como la cuna del poncho.

En las afueras del pueblo, ahí donde las casas todavía son de adobe, con techo de paja y barro, las mujeres dedican su vida al arte del telar.

Los telares se arman al aire libre, cerca de las cocinas y apenas resguardados por un alero. Cuatro estacas de madera los sujetan a la tierra y forman una rústica estructura de troncos lijados por donde la lana va y viene creando figuras.

La técnica ancestral que estas mujeres tejedoras llevan en la sangre y transmiten de madres a hijas, crea los pullos, esas frazadas indispensables para las noches tan frías y que son confeccionados con una mezcla de lanas de llama y oveja. Los pellones para montar y el típico poncho catamarqueño, al que también llaman manta, de lana de vicuña. Se caracteriza por ser marrón, de pelo sacado del lomo del animal y con guardas blancas, por el pelo extraído del pecho, panza y patas.

Son impermeables, suaves y muy livianos, un poncho de dos metros de largo, puede llegar a pesar solamente unos 400 gramos, lo que demuestra su alta calidad. También los elaboran con lana de guanaco u oveja, pero son de menor calidad.