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Bariloche y La Angostura, Patagonia prístina

Dos de las más lindas ciudades del sur sorprenden con sus playas de aguas cristalinas a la vera de los lagos, una amplia gama de actividades al aire libre y excursiones embarcadas.

Bariloche y Villa La Angostura comparten la inmensa belleza de sus lagos y cerros y una vegetación camaleónica. En verano, cuando un buen chapuzón es la mejor opción para paliar las altas temperaturas –que promedian los 30°C–, las playas lacustres estallan. Por aquí hay varias y con escenarios disímiles: familiares y solitarias, cercanas al centro o alejadas y perdidas. El verano es también un buen momento para los paseos a caballo y las aventuras en el bosque. Es hora de navegar y contemplar el azul intenso de las aguas sureñas; de beber algunas de las mejores cervezas artesanales del país y de degustar los exquisitos sabores patagónicos.

DATOS ÚTILES. Información útil para visitar Bariloche y Villa La Angostura.

Navegar y andar

Desde Bariloche, la excursión a Puerto Blest es un paseo por algunos de los mejores paisajes de la zona, y cuenta con la opción de pernoctar en el renovado hotel del lugar, navegar por el lago Frías y hasta llegar a Puerto Varas en Chile. Si el viajero elige la montaña, puede subir en teleférico hasta la cima del cerro Otto, y disfrutar de la panorámica de 360° con un chocolate en su confitería giratoria. El Catedral es el cerro más famoso, y una buena alternativa veraniega para conocer la otra cara del centro de esquí más grande de Sudamérica. Hay actividades para toda la familia, senderos auto guiados, medios de elevación, paradores gastronómicos, trekking, juegos y circuitos de mountain bike.

Bariloche es, desde hace algunos años, la Capital Nacional de la Aventura, y cuenta con una gran oferta de actividades para hacer en familia y al aire libre: cabalgatas, rafting, tirolesa, parapente, kayak, windsurf, kitesurf, buceo, bicicleta, paseos en velero y más. El senderismo es una actividad libre, sin costo, y esta es la ciudad de la región con mayor oferta de circuitos: tiene media docena de refugios de montaña, con servicio de gastronomía y pernocte. Sólo se trata de elegir el camino y andar.

Punto en común

En medio del Nahuel Huapi flota la Isla Victoria, hacia donde se llega navegando desde Bariloche o Villa La Angostura. Esta excursión, junto con la del bosque de Arrayanes, es una de las más tradicionales de ambas localidades. Durante el paseo a la isla y el bosque se puede realizar una caminata por una playa de arena volcánica para ver pinturas rupestres y conocer un espacio único en el mundo por la alta concentración de arrayanes, que se elevan pegaditos unos a otros buscando la luz a quince metros de altura. La isla es el hábitat del huemul y el huillín, especie de nutria de agua dulce que está en extinción. La excursión continúa rumbo al Parque Nacional Arrayanes, ubicado en la Península de Quetrihue, al que se puede acceder también desde Villa la Angostura en barco, a pie o en bicicleta. Muchos viajeros optan por ir pedaleando o andando, y volver en el catamarán. En el bosque, algunos ejemplares de árboles color canela pueden llegar a los 250 años.

Montañas de alto vuelo

Setenta kilómetros separan a Bariloche de Villa La Angostura. La ruta con rectas, curvas y contracurvas, encajonada entre los cerros y el lago Nahuel Huapi, ya es un viaje en sí misma, un apéndice de esta travesía patagónica que vale la pena transitar lentamente. El paisaje de Bahía Mansa es el primero que se divisa al llegar. El omnipresente Nahuel Huapi se descubre tras un enjambre de árboles y arbustos; embarcaciones y casas espectaculares dibujan un perfil de turismo de alta gama en esta aldea de montaña que sorprende con excelente gastronomía, hábiles artesanos y turismo de aventura.

Allí, el Centro Recreativo La Piedra ofrece actividades para todos, desde un canopy para grandes y chicos con maravillosas panorámicas hasta paseos en cuadriciclos, caminatas con raquetas y descenso en rappel. Para cabalgar, hay que buscar al “Tero” Bogani, quien a pesar de haber crecido en Buenos Aires parece un baqueano criado en las montañas del sur neuquino. Lleva más de 20 años por estos lares, conoce los senderos como pocos y organiza cabalgatas al Mirador Belvedere, a la sombra de los ñires, atravesando bosques de cipreses, coihues y lengas, donde se escucha el susurro de la cascada Inacayal.