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Avenidas sinónimos de cafés

Bar El Británico frente a Plaza Lezama y a pasos del Hipopótamo.
Bar El Británico frente a Plaza Lezama y a pasos del Hipopótamo.

El café ofrece shows de tango y música que invitan a disfrutar los fines de semana, sobre un escenario ubicado al frente de la barra.

Avenidas paralelas, distantes y cercanas. Separadas por el tiempo y las calles, unidas por sus cafés. La calle que nunca duerme, la que alberga librerías, pizzerías, trasnochados, sabihondos y suicidas. La avenida Corrientes casi nace en el río y va a morir al cementerio de la Chacarita. Recorrerla es transitar la vida.

En su paso por el céntrico barrio San Nicolás, cobija muchos, incontables bares y confiterías, entre ellos, algunos “Notables”. El Gato Negro, el único bar de Buenos Aires donde la fragancia de las semillas tostadas y molidas se amalgama con los perfumes de la canela en rama, de los curries, del azafrán, o de cualquiera de las cientos de especias acopiadas en voluminosos frascos de vidrio.

Una joya curiosa: Adrián Otero le cantaba a La Paz y La Giralda cuando desde el barrio añoraba el centro. Esta última, más que un café, es una lechería. La especialidad de la casa es el famoso chocolate con churros que combina con el blanco de la ambientación, intacta desde la década de 1970.

El recorrido bien puede continuar hasta el Obelisco, enfilar por Diagonal Norte, rodear el Palacio Municipal y encarar de vuelta hacia 9 de Julio por la avenida de Mayo. Desde la inauguración de esta arteria en 1894, surgieron en sus orillas numerosos cafés. En ellos, artistas, escritores y políticos crearon un refugio de intelectuales, a la vez que los exiliados franquistas y republicanos discutieron y pelearon durante la Guerra Civil Española.

London City. Enseguida, en la esquina con Perú, la London City, frecuentada por Julio Cortázar. Metros más allá se levanta el paradigma, el más famoso de los cafés porteños, el Tortoni. Funciona desde 1858, antes en la esquina de Rivadavia y Esmeralda, y desde 1880 en su actual ubicación.

A partir de 1898, la entrada principal pasó a ser por avenida de Mayo y la fachada fue realizada por el arquitecto Alejandro Christophersen. El local era frecuentado por pintores, escritores, periodistas y músicos que formaban la Agrupación de Gente de Artes y Letras, liderada por Benito Quinquela Martín. En el ámbito de la política, personalidades como Lisandro de la Torre y Marcelo Torcuato de Alvear se sentaron a las mesas del popular café, así como Carlos Gardel y Juan Manuel Fangio. Famoso en el mundo, fue visitado por Albert Einstein y Federico García Lorca y por jefes de Estado de diversos países. En sus sótanos se realizan ciclos de jazz y tango.

Por encima de él, se ubica la Academia Nacional del Tango.

Por todo esto y mucho más, el Día de los Cafés de la ciudad se festeja el 26 de octubre, fecha de la apertura de su actual entrada, donde los turistas hacen cola para ser testigos de la historia de Buenos Aires.

Cruzando la avenida más ancha del mundo, o al menos así decretada en charlas de café, hacia mano izquierda se encuentra la Confitería del Hotel Castelar, donde se alojó Federico García Lorca durante seis meses.

En la esquina con Santiago del Estero, en el Café Iberia, se juntaban los republicanos, enfrente, los franquistas en el Español. No sólo insultos volaron de una vereda a otra durante los trágicos años de la década de 1930.

Al llegar la tardecita, un vermú en Los 36 Billares es bienvenido. El café fue pionero en tener mesas de billar en sus instalaciones, que todavía posee en su subsuelo, y permanece abierto las 24 horas.

Con un mobiliario hecho de antiguas maderas lustradas por el tiempo, el café ofrece shows de tango y música que invitan a disfrutar los fines de semana, sobre un escenario ubicado al frente de la barra.