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Almas de la porteñidad

(Javier Candellero/La Voz).
(Javier Candellero/La Voz).

Para conocer la Ciudad de Buenos Aires no basta con sacar fotos del Obelisco y la Plaza de Mayo, sino que hay que dejarse arrastrar hasta los cafés donde se encuentra el alma misma. Dejarse embriagar por aromas, costumbres, personas e historias de sus Bares Notables.

Alguna vez una turista cordobesa que andaba medio perdida por Buenos Aires, me llevó por delante y sin mediar presentación, me preguntó por qué los porteños siempre van a “tomar un café”. Sorprendido ante la requisi­toria tan concreta y directa, mi respuesta fue, sencillamente, invitarla a recorrer juntos los emblemas del ser porteño, para que descubriera con sus propios ojos, paladar y tacto, el rito del café.

Surgidos poco a poco desde fines del siglo XVIII, fue desde mediados de 1860 en adelante que la costumbre se dispersó por todos los barrios. Durante los primeros años del siglo 20, los cafés fueron escenarios exclusivos de conferencias literarias y hacia la década de 1920, las letras le cedieron lugar al compás del 2 x 4. En la década de 1930 y al calor de los primeros golpes militares, empezó a entreverarse la política.

También el teatro fundó su escenario social en prolongadas tertulias, en una mezcla de tragedia y comedia con el tango y la milonga. Ya hacia la década de 1960, los cafés se convirtieron en pantalla de los protagonistas del cine nacional, artistas y escritores. Muchos de ellos todavía subsisten, resisten a la modernidad del plástico y las dicroicas de colores.

Para preservarlos, hace ya unos años, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires creó la figura de “Notables”, que se le otorga a aquellos bares, billares o confiterías cuya antigüedad, diseño arquitectónico o relevancia cultural, le otorgan un valor propio. En la ciudad de Buenos Aires son más de 70 los establecimientos que ostentan la denominación.

Sumada a la mención oficial, coexiste “Los Notables” una asociación que reúne en cinco de estos bares una mancomunada actividad cultural (El Federal, Margot, Cao, Celta Bar, y Café La Poesía).

Antes de empezar el recorrido, le propuse a la turista dividir el recorrido en barrios y hacia ellos fuimos.

Café de los Angelitos. Comenzamos por Balvanera y el Café de los Angelitos (Rincón y avenida Rivadavia). Primitivamente fue reducto de malandras y gente de mal vivir. Verdaderos "angelitos", según la socarrona afirmación del comisario que sin saberlo, le daba carta de bautismo a uno de los más populares cafés de Buenos Aires.

Por entre sus mesas, José ­Razzano y Carlos Gardel daban vida al tango. Con penas de bandoneón cerró sus puertas en 1993 para volver a abrirlas tras 15 años de abandono, en 2007. Los cambios en su decoración no alteraron el espíritu original. Madera, cristal, vitreaux, bronce y mosaicos calcáreos forman parte de los elementos que evocan el estilo de la primera década del siglo 20. Hoy, como muchos, ofrece shows de tango pensados para el turista de tierras lejanas.

Fuimos por Rivadavia hasta el cruce con Medrano, en el barrio de Almagro. Ahí la Confitería Las Violetas ostenta con orgullo los brillos de un pasado fulgurante. Famosa por habitués, postres y arquitectura. Entre los primeros, Roberto Arlt y Alfonsina Storni, entre los segundos, el postre Leguizamo, aquel que pidiera el famoso jockey y que hoy se sigue preparando.

Su fachada art nouveau se delata en vidrieras y puertas de vidrios curvos, vitrales franceses y pisos de mármol italiano. Tras un cierre, Las Violetas abrió sus puertas al futuro con las luces de su pasado.

Más información

-Avenidas sinónimos de cafés

-De Almagro a Boedo